Los podómetros viven una segunda juventud. Presentes en pulseras, relojes y móviles que registran nuestro caminar diario nos ofrecen estadísticas semanales, nos marcan objetivos y nos «pican» si no hemos batido nuestro récord. Han enganchado a un público «alérgico» al sedentarismo.

FUENTE: La Razón

Decía Homer Simpson que todo aquello que exigiera dar más de doce pasos no merecía la pena. Hoy, y citando de nuevo sus palabras, el personaje creado por Matt Groening no «estaría en la onda». Los hay en formato de pulsera, reloj, llavero o «app» para móvil. Te miden la distancia recorrida y la velocidad, te informan de las calorías consumidas y de la frecuencia cardiaca, y te avisan si has cubierto tu objetivo diario. La horquilla de precios oscila entre los económicos de 5,99 euros hasta los más lujosos de 300. Básicamente, si a día de hoy Homer no lleva a mano un dispositivo que cuente sus pasos es porque no quiere. Los podómetros viven ahora una segunda juventud; la primera fue hace más de 50 años. Concretamente en 1964. Entonces, Japón se vanagloriaba de acoger los Juegos Olímpicos de Tokio. El país asiático sufría altos índices de obesidad, y todo aquello que supusiera fomentar el deporte no dejaba de dar una publicidad extra a tan magno acontecimiento. El doctor Yoshiro Hatano estudió el problema y concluyó que caminar entre 5.000 y 10.000 pasos al día influía sobremanera en la quema de calorías. Pero el avispado doctor aprovechó la ocasión para lanzar al mercado el primer podómetro bajo el nombre de «Mampo-kei», lo que traducido al español sería «10.000 pasos». Un péndulo interno iba contándolos según los movimientos del cuerpo. Así surge la «cifra recomendada» de pasos al día, que equivalen a unos ocho kilómetros.

«El podómetro es como un nuevo ‘‘tamagotchi’’. Termina enganchándote», explica Francisco Ruiz Molina, psicólogo y «coach» deportivo. «Es una motivación que te obliga a superarte todos los días. Del reto de dar 10.000 pasos en un día pasas a comprobar tu media de una semana y, después, ver si la has superado a lo largo de un mes. Es adictivo por eso: además de que te registra tus parámetros vitales, quieres ver si eres capaz de mejorar tus registros», añade. De hecho, andar se ha convertido en el deporte que hacemos cuando ejercemos de turistas. «Estás en Roma, pateando la ciudad durante horas y, a la vez, estás pendiente de los kilómetros que estás haciendo. Tiene un componente de ocio», dice el «coach». Subir y bajar escaleras en vez de coger el ascensor y hacer las compras sin sacar el coche del garaje responden a este estilo de vida «walking».

Los registros se suben a la «nube» y nos ofrecen estadísticas precisas de nuestro caminar diario. La información que recogen los relojes, pulseras y llaveros –no sólo los pasos y los kilómetros; también pulsaciones, ritmo cardiaco, etc.– quedan registradas en la «app» que, previamente, hemos descargado en nuestros teléfonos. «La tendencia social hacia los hábitos saludables va muy unida a otra: actualmente, somos consumidores de información. Y, de forma económica, los podómetros y otros ‘‘gadgets’’ deportivos te aportan información de tu actividad física en tiempo real», explica Pablo Llopis, CEO de Cirkuit Planet y Mywigo, empresa de smartphones y «wearables» –complementos «inteligentes»– «low cost». Precisamente, la venta de «wearables» se triplicó en España en 2016, con un 84% del volumen copado por las pulseras de actividad y los relojes inteligentes, según informa Alimarket.

Ahora bien: ¿los 10.000 pasos son una cifra correcta? Recientemente, el Comité Científico de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC) incluyó la cifra –o una hora de actividad física– dentro de las nuevas pirámides alimentarias, que incluían también los hábitos saludables. Casi a la vez, un estudio publicado en la revista «Journal of Obesity» y realizado por la Universidad de Warwick (Reino Unido) subía la puja: en realidad, son necesarios 15.000 pasos diarios, pues, tras analizar a más de un centenar de trabajadores, vieron que aquellos que no sufrían ningún síndrome metabólico y que presentaban unos valores estables de colesterol y glucosa en sangre habían superado esa cantidad. Pero no es la única estimación: otros estudios la sitúan en 3.000 pasos en 30 minutos, o tres periodos de 1.000 pasos en 10 minutos, cinco días a la semana.

«Esa cifra es tan subjetiva como la de beber dos litros de agua diarios», dice Ruiz Molina. Porque, al final, lo importante no es contar el número de pasos. «Lo importante es hacer actividad física regular», afirma Pedro Manonelles, presidente de la Federación Española de Medicina del Deporte. «Si contar pasos sirve para lograr una adherencia a la actividad física regular, para medir tiempo e intensidad, o como recordatorio, es importante. Pero los dispositivos son secundarios», añade. Y sí: la actividad física incluye el mero hecho de andar, lo que puede ayudar a plantar cara «a 36 enfermedades crónicas». «A nivel cardiovascular puede prevenir problemas relacionados con la isquemia –angina de pecho, infarto de miocardio, etc.– y tiene un efecto positivo en pacientes con hipertensión. De hecho, andar es complementario al tratamiento. A nivel del metabolismo, sirve para controlar y reducir el peso, bajar el colesterol de alta intensidad y aumentar el colesterol HDL –o «bueno»–. Y a nivel del aparato locomotor, aumenta la elasticidad articular», dice Manonelles. Y en personas mayores –grandes usuarias del podómetro, por cierto– «tiene un efecto protector contra las caídas, aumenta la estabilidad articular y es beneficioso contra la osteoporosis». Y es que, aunque contar los pasos sea una moda más o menos pasajera, lo que es «incontrovertible» es que supone la forma más económica y sencilla de luchar contra el sedentarismo.

¿Adelgaza más que ir al gimnasio?

Francisco Ruiz Molina recuerda que los beneficios de caminar durante hora y media puede equivaler a media hora corriendo. Lo cierto es que ya hay estudios, como la investigación de la London School of Economics, que aseguran que caminar media hora diaria cinco días a la semana adelgaza más que correr, montar en bicicleta o incluso ir al gimnasio. No a cualquier ritmo: «A uno que permita hablar, pero no cantar», decían los expertos. De lo que no hay duda, dice Pedro Manonelles, es que andar regularmente durante un mes para abrazar a continuación la vida sedentaria no vale de nada. «En dos meses, se pierden los efectos positivos para la salud que habíamos logrado con anterioridad», asegura el médico deportivo.

Farmacias abiertas y de urgencia más cercanas