Las personas que no realizan ningún ejercicio físico presentan, frente a aquellas que dedican una o dos horas semanales a practicarlo, un riesgo un 44% mayor de depresión

FUENTE: ABC

No cabe ninguna duda de que el ejercicio físico es bueno, muy bueno, para la salud. No en vano, infinidad de estudios han constatado que la práctica de ejercicio previene la aparición de enfermedades muy graves y potencialmente mortales, caso entre otras de las cardiovasculares o el cáncer. Sin embargo, las bondades del ejercicio no se limitan a la salud física. También mejora, y mucho, la salud mental. Por ejemplo, es bien sabido que reduce notablemente los síntomas de la depresión. Pero aún hay más: como muestra un estudio dirigido por investigadores del Instituto Black Dog en Sídney (Australia), parece que el ejercicio físico ayuda a prevenir el desarrollo de depresión. Y para ello basta con dedicar una hora semanal.

Como explica Samuel Harvey, director de esta investigación publicada en la revista «American Journal of Psychiatry», «es bien sabido desde hace tiempo que el ejercicio físico juega un papel en el tratamiento de los síntomas de la depresión, pero esta es la primera vez que se ha cuantificado el potencial preventivo de la actividad física a la hora de reducir futuros niveles de depresión».

Con solo una hora

Para llevar a cabo la investigación, la más grande de este tipo realizada hasta la fecha, los autores siguieron durante 11 años la evolución de 33.908 adultos noruegos que habían respondido a distintos cuestionarios sobre su actividad física –y su grado de intensidad, pudiendo ser ‘sin sudar y sin perder el aliento’, ‘sudando y sin aliento’ o ‘totalmente exhausto’– y sus síntomas de depresión o ansiedad –detectados y cuantificados mediante el uso de la Escala Hospitalaria de Ansiedad y Depresión– con motivo de su participación en el Estudio de Salud del Condado de Nord-Trøndelag –Estudio HUNT, llevado a cabo entre los años 1984 y 1997.

Los resultados mostraron que los participantes que no realizaban ninguna actividad física en el momento de su inclusión en el estudio presentaban un riesgo un 44% mayor de desarrollar depresión que aquellos que dedicaban una o dos horas semanales a la práctica de ejercicio físico. Tal es así que, con independencia de otros factores como la edad, el sexo, el índice de masa corporal (IMC) o el nivel socioeconómico, hasta un 12% de todos los casos de depresión registrados en el estudio podrían haberse prevenido si los participantes hubieran realizado una única hora de actividad física cada semana. Y para ello no hace falta ‘machacarse’ en el gimnasio. Basta con caminar. Y es que el beneficio es independiente de la intensidad del ejercicio.

Como refiere Samuel Harvey, «nuestros hallazgos son muy interesantes porque muestran que incluso pequeñas cantidades de ejercicio, como sería una única hora a la semana, pueden conllevar una protección significativa frente a la depresión».

Por el contrario, los autores no observaron que la actividad física, incluso vigorosa, protegiera frente al desarrollo de ansiedad. Pero, ¿cómo se explica que sí prevenga la depresión? Pues la verdad es que, como reconocen los propios autores, no se sabe. Como indica el director de la investigación, «todavía estamos intentando determinar la razón exacta por la que el ejercicio tiene este efecto protector, pero creemos que se debe al impacto combinado sobre los beneficios tanto físicos como sociales de la actividad física».

‘Mens sana in corpore sano’

En definitiva, y en aras de evitar la depresión, hay que levantarse del sofá y ponerse en marcha. Cuando menos una hora a la semana. Y es que como indican los autores, «la mayoría de los beneficios del ejercicio sobre la salud mental se logran dentro de la primera hora que se realiza cada semana. En un mundo en el que los estilos de vida sedentarios se están convirtiendo en la norma y en el que la tasa de depresión sigue creciendo, nuestros resultados son particularmente importantes dado que destacan que incluso pequeños cambios en el estilo de vida pueden conllevar beneficios significativos para la salud mental».

Como concluye Samuel Harvey, «nuestros hallazgos llaman la atención sobre el gran potencial que presenta la inclusión del ejercicio en los programas individuales de salud mental y en las campañas de salud pública. Si somos capaces de encontrar la manera de incrementar el nivel de actividad física de la población incluso en una pequeña cantidad, probablemente lograríamos beneficios tanto físicos como mentales muy substanciales».

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