Científicos de Harvard crean una técnica capaz de «reescribir» de forma precisa la información genética

FUENTE: La Razón

La edición genética cuenta con un nuevo aliado. Si hasta ahora para cortar y pegar información atesorada en los genes era necesario usar tijeras, desde ayer sabemos que también podremos utilizar lapiceros. El avance, presentado ayer en la revista «Nature», es así de sencillo, y así de complejo.

Investigadores de la Universidad de Harvard y del Howard Hughes Medical Institute han anunciado el diseño de una nueva herramienta que permite modificar letras concretas del alfabeto con el que están escritos los genes, letras que pueden ser responsables de la gestación de un buen número de enfermedades. En concreto, han construido una enzima que puede generar permutas antes imposibles. Puede cambiar por ejemplo un par AT en otro GC en la cadena del ADN.

En el ADN hay cuatro bases (letras fundamentales del alfabeto genético): A de adenina, C de citosina, T de timina y G de guanina. Estas bases se disponen por parejas formando cada uno de los eslabones de la cadena genética que, a su vez, se extiende en forma de doble hélice.

La disposición de estas letras es el código en el que se transmite la información vital. De ella dependen nuestro aspecto físico, el color de nuestra piel u ojos, algunos elementos de nuestra personalidad y la propensión a que padezcamos ciertas enfermedades. Por eso desde hace años los científicos han buscado formas de corregir esas letras cuando están «equivocadas». Es lo que se conoce como edición genética. Si somos capaces de determinar que partes de la cadena de pares de bases son defectuosas, quizás podamos borrarlas y sustituirlas por un trozo sano.

Un modo de lograr esto es mediante la famosa técnica CRISPR que ya ha dado buenos resultados en el empeño de cortar y pegar genes. Esta técnica se equipara al uso de unas tijeras: con ellas se corta la parte de la información defectuosa y espera a que los propios mecanismos de reparación molecular de la células llenen el hueco.

Lo que ahora se ha presentado es «un lápiz» que hace la misma función. Se trata de una en enzima que puede redibujar la información genética: como si escribiéramos sobre un texto incorrecto las letras corregidas. Esta enzima se ha bautizado como editor de bases.

Cada base molecular se sitúa en uno de los brazos de la hélice de ADN y se empareja con otra (Adenia con Timina, Guanina con Citosina...). El año pasado, el mismo equipo que ahora presenta esta importante innovación fue capaz de cambiar un par CG en un par TA. Pero hasta ahora no se había podido cambiar un par AT en uno GC.

Para lograr este paso, los científicos han tenido que crear una enzima nueva, que no existe en la naturaleza. Para ello, hubo que partir de un modelo existente. En concreto, de la enzima TadA que, en condiciones naturales, modifica la adenina para convertirla en una molécula llamada isonina. Tras crear grandes cantidades de enzima TadA mutante dentro de células de bacterias, se logró que esa molécula modificara la adenina de algunos genes que favorecen la resistencia ante los antibióticos. Con el tiempo, algunas bacterias de la colonia fueron capaces de autorreparar sus genes y, así, hacerse más resistentes a los antibióticos.

Más tarde adjuntaron esa enzima a una molécula que sirve de marcador (Cas9), que también se usa en la técnica CRISPR. Esta molécula identifica los fragmentos del ADN en los que hay que actuar. De ese modo, la unión de molécula y enzima actúa como un cirujano genético. Con un 50 por 100 de efectividad y sin efectos secundarios es capaz de mutar pares GC en pares AT. Las modificaciones de pares de bases en el que este nuevo «lápiz» editor de genes puede actuar están relacionadas con muchas enfermedades, desde la ceguera genética a la anemia falciforme pasando por síndromes metabólicos o la fibrosis quística. Todas ellas en el futuro quizás puedan revertirse con este nuevo lapicero corrector.

El pasado mes de agosto, la técnica CRISPR deparó otro prometedor hallazgo. Entonces, un equipo internacional de científicos, entre ellos el español Juan Carlos Izpisúa, había logrado, por primera vez, eliminar en embriones humanos enfermedades hereditarias gracias al conocido como «corta y pega» genético. Concretamente, los investigadores consiguieron corregir la mutación genética que provoca una afección cardíaca frecuente, la miocardiopatía hipertrófica, que es la causa más común de muerte súbita en atletas jóvenes sanos y que afecta a una de cada 500 personas. Este trabajo, publicado en «Nature», abría la puerta al tratamiento de muchas patologías consideradas raras y de ciertos tipos de cáncer que están causados por la mutación de algún gen.

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