El absentismo hace perder el trabajo equivalente de 900.000 empleados al año. La Seguridad Social estima en unos 5.900 millones el coste de las bajas laborales en 2016

FUENTE: Expansión

Todo el mundo sabe que un día en la cama acelera la recuperación y frena la dispersión de los gérmenes en la oficina.

Me desperté una mañana de la semana pasada con todos los síntomas habituales de un desagradable resfriado: dolor de cabeza, congestión, quejas de mi pareja porque me había pasado la noche roncando como un hipopótamo.

Después hice lo que hace todo el mundo que conozco en un día así. Me levanté y me fui a trabajar. Durante el trayecto en Metro, tosí y carraspeé junto a los que iban a mi lado vestidos para pasar el día en la oficina.

Cuando llegué a mi despacho, sin duda cargada de un nuevo suministro de patógenos, en el ambiente solo se escuchaban las conocidas quejas del otoño en Londres. Es lo que el sector de los recursos humanos ha venido en llamar presentismo o acudir al trabajo enfermo. Una serie de investigaciones demuestran que es ridículo y contraproducente, tanto para las empresas como para los trabajadores.

Todo el mundo sabe que un día en la cama acelera la recuperación y frena la dispersión de los gérmenes en la oficina. La gente con algo más serio que un resfriado se enfrenta a problemas más graves si continúa trabajando, sobre todo en lo que se refiere a temas de salud mental. He escuchado a varios expertos asegurar que el presentismo es un problema mayor hoy en el Reino Unido que el absentismo, lo que podría incluso ayudar a explicar el pésimo crecimiento de la productividad del país. No tengo ni idea de si esto es cierto. Lo que sí sé es que estoy cansada de leer la "buena noticia" de que un creciente número de empresas están cayendo en la cuenta del problema del presentismo y poniendo soluciones. Éstas por lo general toman la forma de programas de "bienestar en el trabajo" llenos de ventajas inimaginables: cuotas de gimnasio más baratas, ensaladas de quinoa en la cafetería, mesas para poder trabajar de pie y masajes.

Esto es algo común en las grandes organizaciones. Algunas tienen ventajas mayores Un amigo que trabaja para un puesto remoto en Londres de una gran compañía estadounidense me dijo el otro día tomando algo que su oficina no solo tiene su propio gimnasio, fisioterapeuta y masajista, sino también un dentista.

Las empresas de EEUU son un ejemplo de la tendencia del bienestar corporativo. Algo lógico en EEUU, donde las compañías pagan los costes de los seguros médicos de sus empleados. Y, personalmente, no tengo nada en contra de ir al dentista a la hora de comer o tomar batidos de col. Estoy segura de que son beneficiosos, no dañinos. Pero no creo que estas cosas por sí solas hagan mucho por evitar que la gente vaya a trabajar cuando esté enferma. Las principales razones por las que la gente sigue yendo al trabajo cuando deberían quedarse en casa no tienen nada que ver con la buena forma que tengan. Es porque trabajan para empresas más estresadas y austeras, donde hay muchos más despidos y la presión es constante.

Motivos

Mucha gente teme, por tanto, convertirse en objetivo de la próxima ola de despidos si se ausentan demasiado de la oficina. A otros les preocupa sobrecargar con más trabajo a compañeros bajo presión en su ausencia. Estos trabajadores no deben confundirse con las más tediosos presentistas, que insisten en aparecer medio muertos en la oficina para demostrar lo indispensables que son para el proyecto.

No se puede hacer nada por ellos y por suerte son probablemente una minoría. En cuanto a la gente como yo, mi excusa para ir al trabajo es que no estaba completamente segura de si mis síntomas se debían a un virus o a las consecuencias de no dormir bien tras un vuelo nocturno.

Las respuestas al problema del presentismo no están claras, especialmente si se trata de algún sector que esté sufriendo una revolución tecnológica, como ocurre en muchas industrias hoy en día.

Llamé por teléfono a algunas de las personas que ha acuñado el término presentismo, el professor Cary Cooper de la Alliance Manchester Business School, para saber qué pensaba. Está de acuerdo en que no hay mucho que decir sobre cosas absurdas como las mesas de ping-pong o las bolsas de habas repartidas por la oficina.

Piensa que la solución está en formar a los gestores para que sepan detectar qué empleados están estresados o enfermos, y puedan afrontar la situación con sensibilidad, aptitudes en las que actualmente apenas se forma a los estudiantes de un MBA. No creo que vaya a cambiar algo en el futuro próximo, pero al menos alguien ha tenido una idea mejor que repartir otro lote de descuentos para el gimnasio.

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