De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), “un disruptor endocrino es una sustancia exógena o conjunto de ellas que interacciona con el sistema endocrino, produciendo efectos adversos sobre el organismo de un individuo o su progenie”.

Los disruptores endocrinos han sido relacionados con problemas de fertilidad, patologías de la glándula tiroides, tumores hormono-dependientes, alteraciones del desarrollo neurológico, enfermedades metabólicas,  desórdenes del sistema inmune, etc. Por el momento, estas asociaciones sólo se han encontrado en animales, pues en el ser humano resulta más complejo de determinar al estar expuesto a diversos factores ambientales a través de la dieta, el estilo de vida o la contaminación. Es lo que se conoce como exposoma. Tampoco se sabe con exactitud el efecto combinado de los diferentes disruptores endocrinos a los que nos vemos expuestos en el día a día.

Resulta crucial el momento de exposición. En periodos críticos del desarrollo (especialmente durante el embarazo, la lactancia y la infancia), es cuando mayor sensibilidad se presenta. Además, se caracterizan por tener un efecto acumulativo, de modo que bajas dosis pueden causar efectos que se manifiesten a largo plazo, dando lugar a alteraciones que lleven a un aumento de la susceptibilidad a padecer ciertas patologías en el futuro.

Pueden actuar de diversas formas:

 

  • a) Mimetizando la acción de la hormona y ocupando su lugar.
  • b) Bloqueando su acción al competir por el receptor hormonal.
  • c) Modificando la síntesis de la hormona o del receptor correspondiente.

 

Resultado de imagen de disruptores endocrinos

La OMS publicó en 2013 un informe que reunía hasta 800 posibles disruptores endocrinos (1). Aunque sólo una parte de ellos han sido prohibidos por la Comisión Europea, se han establecido unos niveles máximos considerados seguros para el resto.

Algunos disruptores endocrinos, como el bisfenol A, forman parte de los plásticos de botellas o fiambreras y del revestimiento de ciertas latas. Otros, como los parabenos, se utilizan como conservantes de productos farmacéuticos y cosméticos. También los hay que proceden de compuestos agroquímicos (pesticidas, fungicidas, herbicidas, etc.). Por tanto, existen múltiples fuentes de disruptores endocrinos, siendo las principales vías de exposición la dérmica, la oral y la inhalatoria.

No obstante, ya en 2011 la Comisión Europea prohibió el uso de bisfenol A en la fabricación de materiales plásticos destinados a entrar en contacto con alimentos para niños de 0 a 3 años, pues los efectos adversos observados en algunos estudios planteaban dudas acerca de la ingesta diaria tolerable vigente (2), lo que llevó a la búsqueda de alternativas para productos, como los biberones, libres de este compuesto. Recientemente ha sido publicado un estudio en el que se analiza el efecto del fluorine-9-bisfenol – sustituto  del bisfenola A con actividad antiestrogénica (al contrario que el bisfenol A) – en aquellos envases llamados “libres de bisfenol A” (3). Aunque son necesarios futuros estudios toxicológicos, esta situación refleja cómo la búsqueda de un componente inerte que no produzca efectos adversos no ha hecho más que empezar.

Aunque en el resto de productos plásticos el bisfenol A no ha sido prohibido por completo, se recomienda evitar la reutilización de envases de plástico, así como no calentarlos o verter líquidos calientes en ellos, pues se ha demostrado que el calor aumenta la liberación de este tipo de compuestos químicos. Mediante medidas como estas se aseguraría el mantenimiento de los niveles de ingesta sin efecto adverso observable.

En los últimos años ha tenido también especial relevancia la asociación entre parabenos y los tumores de mama, planteando la sospecha de su influencia en la proliferación de células sensibles a estrógenos (4). Aunque la Comisión Europea defiende que los niveles de parabenos, utilizados en productos farmacéuticos y cosméticos, se encuentran en cantidades de mínima relevancia, desde algunos laboratorios se ha impulsado la fabricación libre de esta clase de conservantes y la reducción del límite legal de determinados tipos de parabenos, como butilparaben o propilparaben. Además, en determinados casos, como en las cremas o lociones corporales, ha sido desaconsejado su uso. Por otro lado, ciertos parabenos (isopropilparaben, isobutilparaben, fenilparaben, bencilparaben o pentilparaben) han sido directamente prohibidos por no disponer de suficiente información acerca de su seguridad (5).

En vista de la situación actual en torno a los disruptores endocrinos, resulta necesario impulsar un cambio hacia la concienciación. Los farmacéuticos, como profesionales de la salud, debemos cumplir la función de educación sanitaria, informando al paciente acerca de las medidas de prevención a tomar, aunque evitando caer en el alarmismo.

 

  1. http://www.who.int/ceh/publications/endocrine/en/
  2. https://www.boe.es/doue/2011/026/L00011-00014.pdf
  3. Zhang ZHu YGuo JYu TSun LXiao XZhu DNakanishi THiromori YLi JFan XWan YCheng SLi JGuo XHu J. Fluorene-9-bisphenol is anti-oestrogenic and may cause adverse pregnancy outcomes in mice. Nat Commun. 2017 Mar 1;8:14585. doi: 10.1038/ncomms14585.
  4. Kirchhof MGde Gannes GC. The health controversies of parabens.
    Skin Therapy Lett. 2013 Feb;18(2):5-7.
  5. http://www.ocu.org/salud/cuidado-piel/noticias/parabenos-cosmeticos
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