Lo principal es la hidratación, sobre todo en talones y uñas, que hay que cuidar especialmente para evitar hongos. Las cremas ayudan a aliviar las rozaduras, aunque lo ideal es realizarse una quiropodia que elimine durezas

FUENTE: Las Provincias

Parece que, ahora sí, el calor ha llegado para quedarse y las sandalias se abren paso en nuestros armarios, con lo que eso implica: rozaduras, heridas, sudor, hongos… Sin embargo, no hay que preocuparse. Todavía estamos a tiempo de evitar las consecuencias no deseadas en nuestros pies si seguimos algunos de estos consejos y empezamos desde ya a tenerlos en cuenta.

Para empezar lo principal es la hidratación, especialmente en la zona de talones y uñas. A quienes suden mucho hay que recordarles que no conviene aplicar más crema, sino usar un antitranspirante que evite ese exceso de sudoración. Y para los que sufren rozaduras existen diversas cremas que se emplean unos días antes de utilizar las sandalias y cuya acción contribuye a prevenir los roces. En cualquier caso, lo ideal es realizarse una quiropodia para preparar los pies. Con esto se consigue eliminar las durezas que aparecen en los puntos de apoyo, piel muerta que, de no eliminarse, se acumula y puede derivar en callos o, si está muy deshidratada, dolorosas grietas difíciles de curar. Además, se revisa que no haya ninguna infección, como hongos o verrugas, y se corta adecuadamente las uñas.

Según indica Maite García, presidenta del Ilustre Colegio Oficial de Podólogos de la Comunidad Valenciana, se trata de hacer «un buen fresado de la lámina ungueal, la eliminación de las durezas y sequedades en la planta del pie, un fresado de la epidermis y, sobre todo, hacer una cura de hidratación buena, para que cuando los destapemos la piel esté flexible y el propio ambiente no los reseque todavía más».

Una parte importante de ese cuidado podal está en las uñas. Un buen corte evitará lesiones, como que crezcan hacia dentro o se nos claven en los dedos provocando uñeros, pero también hay que prevenir la aparición de los hongos tan típicos de esta época debido a la humedad, a que caminamos más descalzos y, aunque muchas personas no lo sepan, a un abuso de los esmaltes.

«Pintarse las uñas no es malo, podemos hacerlo con moderación y teniendo cierto cuidado», señala la podóloga. El motivo de la precaución, explica, es que al pintar la uña, «se sella y no se deja que ‘respiren’ las células». Esto hace que se cree un microclima entre el esmalte y la uña que puede acarrear distintas infecciones. «Nosotros no recomendamos llevar el esmalte más de 15 días seguidos. Los permanentes o semipermanentes son muy cómodos, pero también perjudiciales. Pueden causar numerosos problemas y llegar, incluso, a provocar la pérdida de las uñas», advierte García. Su consejo es que cada vez que se elimine el esmalte (siempre con un producto adecuado) se dejen la uñas libres durante al menos un rato para que respiren, así como utilizar esmaltes de calidad que no lleven componentes dañinos. En caso de que éstas tengan un color amarillento, puede deberse al abuso de los pintauñas. El podólogo también puede solucionarlo.

Tanto quienes se pintan las uñas como aquellas que no lo hacen deben ser conscientes de la importancia de secar bien los pies y el espacio entre los dedos, así como de evitar andar descalzos en espacios públicos y elegir un calzado adecuado que nos sujete el pie.

Igualmente, asegura Maite García que, de la misma forma que todo el mundo sabe que debería hacerse una revisión anual de la boca, convendría hacérsela de los pies. «La concienciación en este ámbito, y en consecuencia la prevención, ayudaría a evitar un elevado número de patologías».

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