Los informes médicos aconsejan que la prueba cardiológica debería pasar a ser anual y que tendría que completarse con un ecocardiograma

FUENTE: Las Provincias

¿Cómo medir si un niño está apto para la práctica de un deporte? En la actividad profesional la respuesta es evidente, puesto que esos deportistas tienen a su alcance los medios necesarios a través de sus clubes. En el amateur y el deporte base hay más desconocimiento, puesto que en España no hay una legislación que obligue al reconocimiento cardiológico-deportivo, el único válido para prevenir las enfermedades del corazón y reducir el impacto de la muerte súbita en la práctica deportiva. Con el inicio lectivo, miles de niños y niñas han comenzado a entrenar con sus equipos. La gran novedad de la temporada ha llegado en el fútbol, donde desde este verano la FFCV ha incluido en el reconocimiento que realiza su mutua un electrocardiograma de doce derivaciones en reposo. Un paso de gigante con respecto al modelo anterior, puesto que quedaba en manos de la decisión individual de los padres, en el mejor caso de los clubes, el completar el mínimo reconocimiento médico con una prueba cardiológica a través de un seguro privado.

El electro es la prueba básica para detectar anomalías en ese rastreo. En el caso de un positivo es una herramienta muy útil para saber si hay que seguir haciendo más pruebas o explorando un aspecto determinado, siempre y cuando ese electro lo interprete un cardiólogo o un médico deportivo y no uno de familia, puesto que hay que poner más cuidado con el corazón de los deportistas. En el caso de que todas las pruebas sean favorables se obtiene el informe de aptitud, que es el requisito para obtener la licencia a partir de esta temporada para los 105.000 jugadores, desde prebenjamines a senior amateur, que practican el fútbol en la Comunitat. Una de las firmas que está colaborando con la mutua de la FFCV es Sport Pulse, una empresa valenciana que incluye el servicio de desplazamiento a los campos de entrenamiento para realizar allí las pruebas.

El cambio de modelo invita a la reflexión, puesto que hasta ahora el reconocimiento médico era básico, tomando pulsaciones en reposo para después, tras realizar una serie de sentadillas o flexiones, medir de nuevo las pulsaciones y la tensión después de ese mínimo esfuerzo para acabar con una auscultación. Tras muchos años de reclamaciones por parte de clubes, padres y jugadores, la Federación ha incluido el electrocardiograma en el reconocimiento obligatorio para tramitar la ficha. El protocolo anterior era, a todas luces, deficiente para la prevención de enfermedades del corazón o la muerte súbita.

La mejora del modelo es un primer paso pero no debería ser el último. Todos los informes médicos a los que ha tenido acceso esta redacción aconsejan que la prueba cardiológica en un reconocimiento médico para la práctica deportiva se realice de forma anual y no cada dos años como a día de hoy está estipulado. A efectos prácticos, los primeros que se han sometido al electro han sido los jugadores a los que les vencían los reconocimientos bianuales en 2018. El convenio con la mutua de la Federación se realizó en agosto con lo que a los clubes que hicieron los reconocimientos en junio y julio, sin el electro, se les incluirá la nueva prueba antes de finalizar octubre. Entre los seis y los ocho años es cuando se está recomendando hacer un reconocimiento cardiológico para la obtención de una ficha, desde prebenjamines. Aunque los niños y niñas, en esa edad tan temprana, no realizan mucho esfuerzo es posible que tengan alguna pequeña alteración que pediátricamente no se les haya detectado. En esa horquilla no se suele realizar ningún electro a menos de que se tenga un problema previo en la vida diaria.

El siguiente paso, una vez implantado el electrocardiograma, debería ser incorporar una prueba de esfuerzo cada dos años, recomendable para deportistas mayores de 10 años, y un ecocardiograma, una ecografía del corazón que permite detectar de una forma más fiable cualquier anomalía, por pequeña que sea, que pueda poner en riesgo al deportista. Prevenir es curar.

Cifras para la reflexión

El fallecimiento de Nacho Barberá, jugador del equipo cadete del Alzira, el pasado mes de febrero durante un partido frente al Ontinyent sacudió a todo el deporte valenciano. Un duro golpe que no hizo más que subrayar las estadísticas. Esas a las que no se suele dar importancia pero que invitan a tomar cartas en el asunto. Entre los deportistas analizados con un electrocardiograma 1 de cada 300 análisis revelan una patología cardiaca grave que puede ser letal y en el 1% de los análisis aparece una dolencia de riesgo moderado. Un positivo que deriva en un 'no apto' para la tramitación de una ficha. A efectos prácticos, en una escuela de fútbol con 8 equipos la estadística confirma que se detectará un caso que habría pasado por alto el reconocimiento habitual y que habría aumentado el riesgo de muerte súbita o de problema cardíaco en la práctica deportiva.

En el caso de los positivos, las dolencias más habituales son la miocardiopatía hipertrófica (una enfermedad del miocardio en el que una porción de él se encuentra hipertrofiado o engrosado sin causa aparente), la displasia arritmogénica (una enfermedad del músculo cardíaco), el síndrome QT largo (un trastorno del ritmo cardíaco que puede causar latidos rápidos y caóticos) o el síndrome de Brugada (predisposición a presentar arritmias ventriculares). Estas cuatro dolencias, cuya primera alerta se detecta a través del electro, están detrás de un porcentaje elevado de las muertes súbitas en la práctica deportiva. Algo que debe convertirse en una preocupación, sin caer en alarmismos, cuando hablamos de deporte base. Las estadísticas oficiales en España son muy claras al respecto: el 40% de las muertes súbitas ocurren en menores de 18 años, el 80% de los fallecidos nunca habían tenido síntomas y la edad media es de 23 años. El protocolo activado por la Federación incluye una entrevista para conocer antecedentes familiares, puesto que de tener factores genéticos aumenta de 2,5 a 3 veces el riesgo de padecer una muerte súbita.

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