Los expertos alertan del infradiagnóstico de la enfermedad en sus fases tempranas. Las pérdidas de memoria a corto plazo son una señal de alarma

FUENTE: Levante EMV

 

Una de cada doce personas sanas de 65 años y sin ningún problema de memoria tiene ya la enfermedad de Alzheimer. Aunque no lo noten. Aunque no tengan lagunas de memoria ni olviden dónde están las llaves.

Es la demoledora realidad de una enfermedad que anula a las personas y las despoja de sus recuerdos y que, actualmente afecta a cerca de 800.000 personas en España, un 10 % de ellas en la Comunitat Valenciana.

El encontrar a esas personas que aún no tienen síntomas pero que en unos años se exponen a un proceso degenerativo imparable es el verdadero reto que ahora tienen por delante los expertos, junto al desarrollo de fármacos que cronifiquen la enfermedad y que no terminan de llegar. Sobre ambas cuestiones se incide hoy en la conmemoración del Día Mundial del Alzheimer.

La detección de la enfermedad actualmente se hace por sintomatología pero, cuando ya es evidente y ya es «tarde» para el paciente. «El reto ahora es encontrar a ese porcentaje de personas que ya sabemos que van a desarrollar la enfermedad pero cuando aún estén sanos y se pueda iniciar algún tratamiento que, al menos, retrase los efectos», explica Miquel Baquero, neurólogo en el Hospital La Fey responsable de los proyectos de investigación clínica en pacientes con enfermedad de Alzheimer en el centro.

Esta estimación de detección temprana de la enfermedad en sujetos «sanos» es, de hecho, consecuencia de un ensayo iniciado en el Hospital La Fe y gracias al que se buscaba desarrollar un nuevo fármaco contra el acúmulo de la proteína beta-amiloide en el cerebro, que es un factor de riesgo determinante para desarrollar el mal en un futuro.

El ensayo, finalmente, se ha abandonado tras descubrir problemas de toxicidad en el medicamento pero la primera parte de este, que constituía un estudio para reclutar a futuros enfermos sí ha confirmado «que una de cada doce personas sanas ya la tiene en su cuerpo aunque no se puede detectar de forma externa», abunda Baquero.

El porcentaje aumenta en aquellas personas que ya tienen un problema evidente de memoria. En ellos «la mitad ya tiene en marcha la enfermedad», incide. Teniendo en cuenta estas cifras no está de más estar atentos a las señales de un mal que no se diagnostica fácilmente en etapas tempranas, ya que los síntomas se confunden con olvidos «cotidianos».

El experto de La Fe no es partidario de buscar la enfermedad si no hay síntomas, pero sí cuando empiezan las pérdidas de memoria. El distinguir las señales de alarma de la enfermedad de un simple olvido cotidiano es la verdadera cuestión.

«En las enfermedades del cerebro, los verdaderos síntomas lo notan tanto o más los propios enfermos que las personas que tratan con ellos. El tipo de fallo de memoria en las fases tempranas de la enfermedad se da, sobre todo, en la memoria a corto plazo, en las cosas que acaban de pasar», explica Baquero, que pone un ejemplo.

«Las personas que empiezan a tener estos síntomas repiten mucho las preguntas que les acabamos de responder. '¿Dónde has dicho que vamos?', por ejemplo. También podemos estar ante una persona obsesiva pero es un rasgo definitorio».

Con las sospechas sobre la mesa, actualmente los neurólogos son capaces de determinar si esa persona que ha empezado a tener lagunas tiene la enfermedad a través de la detección de esos acúmulos de proteína amiloide. «Eso ya se puede hacer y es cuestión de tiempo que se generalice a través de la búsqueda de biomarcadores», explica Baquero.

Mientras, los expertos se están volcando en la investigación de nuevos fármacos aunque, por ahora, no haya grandes avances. De hecho, en los últimos 16 años no se ha comercializado ningún nuevo medicamento contra la enfermedad porque todavía no se ha encontrado la manera de detener su avance.

«Hay más investigación que había, por supuesto, pero alguna de las que estaban más avanzadas en todo el mundo se han tenido que abandonar o por toxicidad de la molécula o por falta de efectividad pero sí hay tratamientos que ayudan a retrasar la evolución de la enfermedad, de ahí la importancia de la detección precoz», concluye Baquero.

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