Quienes sufren esta afección perciben olores irreales y desagradables

FUENTE: La Vanguardia

 

Aunque parezca mentira, las alucinaciones olfativas existen: se trata de un síntoma denominado fantosmia y es más frecuente de lo que podría parecer. Las probabilidades de padecerlo son mayores para las mujeres y para quienes no gozan de una posición socioeconómica buena, según un estudio publicado en la revista JAMA.

La fantosmia provoca que quien la padece perciba olores irreales, que no están presentes dentro de su campo olfativo. Generalmente son desagradables, aunque también pueden ser agradables, darse de forma intermitente o constante y producirse solo en uno de los orificios nasales o en ambos.

Se cree que los olores percibidos durante la fantosmia comparten una serie de características comunes: la mayoría se asocian con el humo, el amoniaco, el pescado en mal estado, los huevos podridos y las aguas residuales; todos ellos caracterizados por resultar desagradables y asociarse a propiedades negativas.

¿Qué causa fantosmia?

Las causas de esta alteración pueden ser muy variadas y, aunque constituye un síntoma psicótico y altera la calidad de vida y el estado psicológico de quien la sufre, no suele relacionarse de forma directa con el padecimiento de otros trastornos psicóticos como la esquizofrenia.

Se trata más bien de un síntoma propio de enfermedades orgánicas cerebrales, por lo que se asocia a lesiones graves como los tumores, el alzheimer, el párkinson o algunas epilepsias. También puede producirse en casos de delirium tremens, convulsiones del lóbulo temporal o migrañas.

No debe confundirse con parosmia, que también es un trastorno olfativo y que, a diferencia de la fantosmia, no provoca que se perciban olores que no están presentes, sino que distorsiona los que sí lo están. La parosmia suele deberse a daños en el sistema olfativo, como los causados por infecciones.

Cómo se trata?

En la actualidad, la fantosmia no cuenta con intervenciones o tratamientos bien delimitados. Algunos estudios sostienen que mejora o desaparece en casi dos tercios de los pacientes en un máximo de cinco años.

Existen muchas opciones que se aplican dependiendo de los casos particulares, por lo que los tratamientos suelen elaborarse en función de las circunstancias de cada paciente.

Generalmente, se emplean aerosoles anestésicos para adormecer las áreas nasales y que no se experimenten los malos olores, aunque ello puede provocar una notable pérdida del sentido del olfato, gotas nasales con solución salina, sedantes e incluso antidepresivos.

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