Según diversos estudios las mujeres son más proclives a sufrir depresión y ansiedad que los varones

FUENTE: La Vanguardia

 

La Encuesta de Salud de Cataluña de 2016 reveló que el 19,8% de las mujeres presentan problemas de ansiedad y depresión, sin embargo, en el caso de los hombres la cifra descendía al 10%.

Según el estudio ‘Desigualdades en salud mental en la población trabajadora de España’, basado en Encuesta Nacional de Salud, las mujeres trabajadoras también mostraron seis puntos más en cuanto a la prevalencia de sufrir una enfermedad mental –o síntomas como depresivos, ansiedad, problemas sociales e hipocondrias derivados del estrés laboral– que sus homólogos varones.

Por su parte, la American Phychological Association, publicó un estudio en 2011 donde también aseguraban que las mujeres tenían más probabilidades de padecer este tipo de problemas, mientras que los hombres eran más proclives al abuso de sustancias o a presentar problemas antisociales. Parece que los datos indican que las féminas suelen padecer más trastornos o tienen peor salud mental, pero ¿a qué se debe esta conclusión?

La doctora en psicología, Nathalie P. Lizeretti, directora del Centro de Investigación, Formación y Desarrollo de la Inteligencia Emocional(CIDIE) y miembro del Col·legi Oficial de Psicologia de Catalunya no está del todo de acuerdo con los datos reflejados por las estadísticas de estudios epidemiológicos. Considera que éstos no tienen en cuenta el hecho de que –en términos generales y por una cuestión social– a los hombres les cuesta más reconocer que tienen problemas psicológicos o emocionales y, por tanto, son más reticentes a pedir ayuda profesional”.

La experta explica que desde la infancia las mujeres tienden a manifestar más problemas internalizantes y los hombres externalizantes. “Los internalizantes hacen referencia a manifestaciones de tipo ansioso, depresivo y somatizaciones; mientras que los externalizantes están relacionados con la agresividad, la falta de atención y de control de impulsos, la desobediencia y la conducta delictiva”, sentencia.

En términos generales, las diferencias fisiológicas, estructurales, funcionales y ambientales entre ambos sexos hacen que expresen su malestar de forma distinta e incluso con trastornos distintos. “Muchos varones encubren sus síntomas de ansiedad o depresión con el consumo de alcohol, el cuál es casi 20 veces superior que en mujeres. En cambio, los trastornos de ansiedad o de depresión son unas 3 veces más frecuentes en las féminas”, indica la psicóloga.

Lizeretti afirma que ellos tienen más probabilidades de presentar desórdenes de conducta, mientras que ellas muestran mayores problemas psíquicos. No obstante, señala que “tanto unos como otros implican problemas emocionales”.

La manera en la que gestionamos las emociones incide sobre cómo expresamos nuestro malestar psicológico. Asimismo, la especialista considera que los roles sociales aceptados también afectan a la hora de describir qué comportamientos están bien vistos en cada género: “Los hombres con frecuencia suelen reprimir el miedo con rabia. En cambio, las mujeres tienden a reprimir la rabia con miedo o tristeza, puesto que culturalmente está mejor aceptado”.

Además, afirma que los trastornos aumentan su prevalencia en uno u otro sexo, según el contexto histórico o cultural: “Ejemplos de ello, es el alarmante aumento de los casos de depresión a raíz de la profunda crisis económica que sufrimos en nuestro país; los trastornos de conducta alimentaria en pleno esplendor de la sociedad de consumo o el actual incremento vertiginoso de nuevas adicciones debido a la hegemonía de las nuevas tecnologías”.

Aunque señala a la inteligencia emocional como factor fundamental que más influye en nuestra salud mental. “Se podría definir como la competencia para utilizar la sabiduría natural que aportan las emociones, la cual incide en todos los ámbitos de la vida humana y, si no las gestionamos bien, es cuando nos encontramos con dificultades”, explica Lizeretti.

“Numerosos estudios demuestran que las personas que son más emocionalmente inteligentes padecen menos trastornos psicológicos y físicos, disponen de más y mejores relaciones interpersonales, se sienten más satisfechas con su vida, llevan a cabo más conductas prosociales, gozan de un mayor bienestar y en consecuencia se sienten más felices”, concluye.

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