Desde la Sociedad Española de Neurología advierten de que no hay que quitar importancia a los síntomas de estos accidentes cerebrovasculares aunque desaparezcan espontáneamente.

FUENTE: ABC

El ictus consiste en una reducción del riego sanguíneo en una zona del cerebro, ocasionando la muerte de las células nerviosas y como consecuencia un infarto cerebral. Estos accidentes aparecen cada vez a edades más tempranas. En la franja de edad entre los 20 y los 64 años el porcentaje ictus ha aumentado un 6% desde hace dos décadas. Así lo afirma un estudio publicado en la revista médica «The Lancet». Los niños y jóvenes no se libran de estos infartos y hemorragias en el cerebro aunque suponen solo un 0,5% de los casos.

El accidente cerebrovascular es la segunda causa de muerte en España y la primera en la mujer. Una de cada seis personas sufrirá un ictus a lo largo de su vida, de los cuales un 50% quedarán con secuelas discapacitantes o fallecerán por esta causa. En España fallecen cada año más de 27.000 personas por sufrir una enfermedad cerebrovascular y actualmente más de 330.000 españoles presentan alguna limitación en su capacidad funcional por haber padecido un ictus, según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN).

Los factores de riesgo son el colesterol elevado, sedentarismoobesidadtabaco y alcoholhipertensión arterial y diabetes. Además, el neurólogo Jaime Gállego considera que el consumo de drogas pueden influir en el aumento de casos en población más joven. El estrés también es, en menor medida, otro de los riesgos que habría que tener en cuenta.

Desde SEN, advierten de que no hay que quitar importancia a estos síntomas porque desaparezcan espontáneamente ya que podría tratarse de un ataque isquémico transitorio que, si se trata a tiempo, puede evitar el infarto cerebral.

El 90% de los ictus son prevenibles. Para ello María Alonso de Leciñana, coordinadora del Grupo de Estudio de Enfermedades Cerebrovasculares de la SEN, recomienda reducir el consumo de sal y grasas llevando una dieta sana y variada, hacer ejercicio, dejar el tabaco, el alcohol y otras drogas, controlar el peso y realizar controles médicos de manera periódica.

El tratamiento del ictus varía en función de si su origen, pero debe iniciarse lo antes posible. En algunos casos puede ser necesario un procedimiento quirúrgico para retirar el coágulo o reducir la presión intracraneal que puede causar una hemorragia. En el caso de los pacientes isquémicos, deberán seguir durante el resto de su vida un tratamiento con anticoagulantes, para evitar que se produzca un nuevo ictus. Este tratamiento preventivo también se impone a los pacientes en situación de riesgo cerebrovascular y cardiovascular.

Dependiendo las secuelas, el paciente deberá seguir un tratamiento de rehabilitación con fisioterapia para recuperar la movilidad de las zonas afectadas por la parálisis; o logopedia, para recuperar la habilidad del habla y el lenguaje.

 

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