Un fármaco dirigido contra una mutación en tumores de páncreas mejora la supervivencia tras el tratamiento con quimioterapia.

FUENTE: El País

El diagnóstico de cáncer ha dejado de ser una sentencia de muerte a corto plazo. Al menos, en algunos tumores. La supervivencia en neoplasias de mama es del 85%, en melanoma es del 90% e incluso en pulmón, que se resiste a doblegarse, ha mejorado el pronóstico en los últimos años. Sin embargo, quedan algunos tumores cuyo diagnóstico sigue siendo poco halagüeño. El cáncer de páncreas es uno de ellos: hasta ahora, la quimioterapia era la única arma para combatirlo, pero la supervivencia a cinco años apenas alcanza al 5% de los pacientes.

En los últimos años, los oncólogos no han logrado recortar distancias con el tumor, que siempre les lleva la delantera, pero las cosas pueden empezar a cambiar próximamente. Un estudio internacional presentado este fin de semana en el congreso de la Sociedad de Oncología Clínica de EE UU (ASCO, por sus siglas en inglés) ha abierto la puerta de la medicina personalizada a este tipo de cáncer. La investigación ha validado, por primera vez, un tratamiento teledirigido contra una mutación específica en este tipo de tumores: como terapia de mantenimiento tras la quimioterapia inicial para el subgrupo de pacientes que tengan esta mutación, este fármaco mejora la supervivencia.

La terapia está dirigida a un subgrupo de pacientes con cáncer de páncreas metastásico que tienen una mutación en los genes BRCA, que se encargan de activar proteínas que ayudan a reparar el ADN. Cuando estos genes sufren una alteración, les cuesta reparar los daños del ADN y aumenta el riesgo de padecer varios tipos de cáncer. “Esta mutación afectaría a entre un 7% y un 8% del total de pacientes con cáncer de páncreas. Estos pacientes tienen un déficit de reparación del ADN y el fármaco funciona donde tienen ese fallo”, explica la doctora Teresa Macarulla, investigadora del Vall d’Hebron Instituto de Oncología (VHIO), que ha participado en el estudio. La esperanza de vida en los tumores pancreáticos metastásicos, que se tratan con quimioterapia, oscila entre los ocho meses y el año, de mediana. De hecho, menos del 50% de los enfermos llegan a recibir el tratamiento quimioterápico de segunda línea (cuando el paciente no responde a la primera opción farmacológica).

El fármaco es el olaparib, un inhibidor de la proteína PARP, una molécula que participa en la reparación del ADN. Viejo conocido de los oncólogos —este tratamiento ya ha demostrado eficacia en otros tumores de ovario con esta mutación—, lo que hace este fármaco es dirigirse a las células tumorales para desactivar la función de la enzima PRPA reparadora de su ADN y dejar que mueran. Es un tratamiento dirigido porque el olaparib solo ataca a las células malignas, sin tocar las sanas.

El fármaco se ha probado como un tratamiento de mantenimiento tras las sesiones de quimioterapia primarias. “Se trataba con quimio a los pacientes y, si a las 16 semanas no crecía el tumor, se trataba a un grupo con olaparib y a otro con placebo”, apunta Macarulla. El resultado del estudio reveló que, los pacientes a los que se les dio placebo estuvieron 3,8 meses libres de progresión de la enfermedad. Es decir, sin que el tumor volviese a crecer. Este tiempo aumentó a los 7,4 meses en aquel grupo que tomó olaparib. Además de ser presentada en el congreso de Chicago —al que este diario acudió invitado por la farmacéutica Roche—, la investigación se publicará en la revista científica New England Journal of Medicine.

Aunque el pronóstico de la enfermedad sigue siendo precario, Macarulla celebra el hallazgo y las nuevas líneas de investigación que se abren: “Es la primera vez que hay un estudio de páncreas positivo por biomarcadores. Y hay otros genes que podrían beneficiarse de este tipo de terapias y que podrían afectar hasta a un 20% de los pacientes. En páncreas estamos necesitados de nuevas terapias porque la mortalidad es muy alta y es el tumor en el que hemos conseguido menos avances y pocos aumentos de supervivencia”, admite la investigadora. Coincide el doctor Josep Tabernero, director del VHIO: “Es el primer paso para tratar enfermos con medicina personalizada y expandir las indicaciones del tratamiento”.

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