Si va a consumirlos, sigue esta máxima: la dosis mínima eficaz durante el menor tiempo posible

FUENTE: ABC

No nos gusta soportar el dolor. Y eso es bueno ya que ha sido en parte gracias a esa intolerancia al padecimiento, que la medicina ha avanzado hasta lo que es hoy. Sin embargo, muchas veces el peaje que podemos pagar por tratar de remediarlo todo con una pastilla puede provocarnos más perjuicio que apretar los dientes y dejar que las pequeñas molestias sigan su curso hasta que se curen. No salimos de viaje sin ese medicamento para «por si acaso», ni nos sentimos seguros si nuestro botiquín de casa no tiene todo lo que creemos que podemos necesitar.

Un dolor de cabeza repentino antes de una reunión importante, el síndrome premenstrual que nos coincide con unas deseadas vacaciones, un dolor muscular fruto de nuestras malas posturas y nuestra vida sedentaria o la acidez que nos provoca una comida copiosa. Todo tiene remedio, y está en la farmacia al alcance de nuestra mano. Sin embargo, las autoridades sanitarias llevan tiempo alertando del peligro para la salud que puede suponer el consumo excesivo de esos medicamentos «muletilla» sin los que a veces nos sentimos desprotegidos. ¿Son tan inocuos como creemos? ¿Qué debemos saber sobre los efectos secundarios de cada uno de ellos? Sin ser alarmistas, los especialistas creen que es necesario que conozcamos en qué nos pueden perjudicar si los consumimos sin sentido común.

«Vivimos en una sociedad excesivamente medicalizada. Creemos que existe ‘una píldora para cada enfermedad’. Eso nos lleva, en ocasiones, a medicalizar en exceso procesos menores o transitorios que la propia persona, con un mínimo de cuidados o con la paciencia necesaria, es capaz de superar», señala Juan Gabriel García, coordinador Nacional del Grupo de Trabajo de Gestión del Medicamento, Inercia clínica y Seguridad del Paciente de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen).

«En numerosos países las vitaminas y los complejos multivitamínicos, los analgésicos, el ácido acetilsalicílico y el paracetamol son los fármacos, relativamente inocuos, más utilizados. Pero no lo son: la aspirina puede provocar hemorragia gástrica el paracetamol, en cantidades excesivas, puede causar la muerte», añade.

España ocupa la quinta posición mundial en automedicación, solo por detrás de Estados Unidos, Alemania, Reino Unido e Italia. «La explicación del elevado consumo está en nuestro sistema sanitario, que tiene unos copagos bajos. Eso hace que a la población no le cueste demasiado esfuerzo comprar estos medicamentos, y no les den mucho valor a los efectos secundarios que pueden provocar», señala Jesús Díez Manglano, vicepresidente de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI).

«Los médicos también tenemos mucha responsabilidad en la automedicación, ya que no hemos frenado el consumo ofreciendo información sobre los posibles riesgos a nuestros pacientes», añade. En la misma idea insiste Juan Tamayo, catedrático de Farmacología de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid: «Los medicamentos no son bienes de consumo y llevan intrínseco una serie de riesgos. Debemos aprender a desprescribir, es decir, a dejar de recomendar su uso cuando no sean necesarios».

AnalgésicosABC

Se trata de fármacos que se usan para reducir o aliviar el dolor. A este grupo pertenecen principios activos muy conocidos y usados como elparacetamol o el metamizol ( nolotil). «Este último está retirado en muchos países porque puede producir un cuadro grave de agranulocitosis, una disminción de glóbulos blancos o neutropenia, que deja al paciente sin defensas frente a las infecciones bacterianas y micóticas», apunta Tamayo. Tampoco están recomendados para personas con problemas hepáticos, ya que su consumo repetido puede dañar el hígado. Dentro de este grupo, se encontraría también el antipirético de uso infantil ( apiretal), un medicamento con un alto perfil de seguridad indicado para combatir la fiebre en bebés y niños de hasta 15 años. Sus únicos riesgos son en caso de sobredosis, en los que puede producir náuseas, vómitos, dolor abdominal y hepatoxicidad y en aquellos menores que padezcan alguna enfermedad de corazón, riñones, hígado o pulmones, en los que está completamente contraindicado.

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