Los científicos sugieren generalizar estas iniciativas para que elegir productos más sanos nos sea más fácil.

FUENTE: El País

A estas alturas, uno no puede decir que no conoce los riesgos para la salud de las bebidas azucaradas, un producto al que la investigación científica atribuye un aumento de las probabilidades de desarrollar obesidad, diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares y caries. Y no se trata solo de los refrescos no hipocalóricos; el té helado, las bebidas isotónicas y energéticas, los refrescos de frutas, las aguas azucaradas (sí, existen), el té y el café con azúcar forman parte del grupo de productos que es necesario limitar. Pero el omnipresente mensaje de que hace falta reducir el consumo de estas bebidas, cuando han colonizado cada rincón de los ambientes por los que solemos movernos, suele obtener la misma respuesta, que es otra pregunta: ¿y cómo lo conseguimos?

Un equipo de científicos se ha tomado esta réplica en serio y ha revisado los estudios disponibles en la literatura científica para determinar, de todas las medidas estudiadas, cuáles son las que funcionan. Los investigadores se han centrado en las iniciativas que modifican los ambientes donde se toman estas bebidas azucaradas para que las personas opten por las mejores opciones. Han analizado la bibliografía disponible hasta enero de 2018 y han puntuado la certeza de que las conclusiones se cumplan. Es decir, qué soluciones es más probable que funcionen. Las notas que les han puesto pueden ser: muy baja, baja, moderada y alta.

La revisión, que figura desde el mes pasado en la Base de Datos de Revisiones Sistemáticas Cochrane, un importante repositorio de revisiones de la calidad de la evidencia científica en temas de salud, ha detectado 58 trabajos que se llevaron a cabo en colegios, comercios y restaurantes, y que, en total, sumaron 1.180.000 participantes -niños, adolescentes y adultos-. La mayoría de las intervenciones que analizaron duraron alrededor de un año, y entre ellas destacan seis que mostraron tener algún efecto en la disminución del consumo de bebidas azucaradas. "En función de los resultados, se sugiere que la implementación de dichas medidas sea más amplia", subraya el tecto del nuevo trabajo.

Los refrescos azucarados son el ejemplo perfecto del concepto de calorías vacías, que hace referencia a los alimentos que ofrecen una cantidad significativa de energía sin tener un valor nutricional interesante. En el caso de este tipo de bebidas, la idea se traduce en que bien pueden considerarse una manera de beber azúcar, y nada más. Pero optar por la versión lightpuede ayudar a limitar la ingesta. El análisis de siete estudios ha permitido a los revisores concluir que la certeza de la evidencia es alta en los estudios que asocian la presencia de bebidas bajas en calorías en el hogar a una disminución en el peso de adolescentes con sobrepreso u obesidad, habituados a tomar bebidas azucaradas. Dicho de otra manera, es bastante probable que sustituir los refrescos de toda la vida por otros light te ayude a adelgazarsi estás en esta franja de edad. Es un motivo de peso para cambiar de hábitos y decantarse por las opciones bajas en calorías, aunque hay que tener en cuenta que tampoco son la panacea; la revisión advierte de que cuando se han comparado los edulcorantes artificiales con el azúcar se ha visto que los primeros pueden ayudar a perder peso, pero que hay estudios que apuntan a que los edulcorados también podrían aumentar el riesgo de padecer diabetes tipo 2.

El semáforo funciona

La idea de marcar los productos con etiquetas fáciles de entener, que resuman lo saludable que es una bebida azucarada puede ser bastante útil. Según dos estudios que se llevaron a cabo durante 12 meses en dos hospitales, la certeza del efecto de usar semáforos -como los de NutriScore- para disminuir las ventas de bebidas azucaradas es moderada. Un estudio que empleó emoticonos para marcar la calidad de los batidos de chocolate de dos cafeterías de colegio obtuvo una certeza baja, mientras que los efectos de incorporar estos sistemas a los menús de los establecimientos de hostelería fueron diversos.

El apartado en el que más estudios de calidad encontraron los investigadores de la iniciativa Cochrane, con 16, fue el relacionado con las normas de alimentación en organismos públicos. La revisión en este campo apunta a que reducir la disponibilidad de bebidas azucaradas en los colegios disminuye su consumo. Eso sí, la certeza de la evidencia es baja. Y cuando se midió el efecto de una mayor disponibilidad de agua y de consumo de frutas en los centros educativos, la certeza fue muy baja. Sin embargo, la calificación pasó a moderada en un estudio que evaluó el efecto de bajar el precio en productos más sanos en las cafeterías de los colegios. Se trata de una observación muy importante, ya que los buenos hábitos nutricionales se adquieren más fácilmente en la infancia y la juventud.

Si son más caras, beberás menos, y también si no te ayudan a compararlas

La principal medida para disminuir el consumo de bebidas azucaradas que involucra a los supermercados, la protagonista en siete de los 58 estudios analizados, es que aumentar sus precios conlleva un descenso en el consumo. Según el análisis de la iniciativa Cochrane, la evidencia del efecto de esta medida es moderada. La rebaja en el precio de las bebidas bajas en calorías para fomentar su consumo también parece tener cierto efecto, aunque la certeza de la evidencia, en este caso, es baja. Los autores han excluido del análisis el aumento del precio derivado de una subida de impuestos, ya que revisiones anteriores ya han abordado el asunto. La conclusión de la última es que gravar las bebidas azucaradas ayudaría a detener el aumento de obesidad en los países de ingresos medios, pero no a mantenerla a raya a largo plazo.

Por otra parte, los investigadores han concluido que restringir la compra de bebidas azucaradas a las personas que se benefician de programas gubernamentales de ayuda al consumo -por medio de cupones, por ejemplo- también ayuda a limitar su ingesta. En este caso, los investigadores han concluido que la certeza de la evidencia, tras revisar los ocho estudios que analizan esta medida, es moderada.

Según la revisión de siete estudios, la promoción de bebidas saludables en los supermercados está directamente relacionada con una disminución en las ventas de bebidas azucaradas, con un nivel moderado de certeza en los efectos de la medida. Sin embargo, la confianza en la efectividad de las medidas dirigidas a sustituir las bebidas azucaradas por otras más saludables en los menús infantiles es baja, y muy baja en las restricciones de los comercios que venden este tipo de bebidas. Sucede lo mismo en el caso de la sustitución de los productos a la venta en las máquinas de vending por otros más sanos, tanto en los colegios como en los centros de trabajo.

Una revisión completa, pero insuficiente

Los 58 estudios que los científicos han revisado para sacar estas conclusiones pueden parecer pocos, y lo son, pero no prueban que los investigadores hayan puesto poco empeño en su trabajo. Más bien al contrario. Los encargados de revisar la bibliografía científica relativa a las intervenciones ambientales que ayudan a reducir el consumo de bebidas azucaradas consultaron diversas fuentes bibliográficas en las que detectaron 14.488 registros que encajaban con la temática. De ellos, seleccionaron 1.030 que analizaron íntregramente, pero solo los poco más de medio centenar que incluyeron en su revisión cumplieron los estrictos criterios de calidad que habían determinado para que fueran tenidos en cuenta. Llamativamente, en el apartado reservado a los efectos de la regulación de la publicidad no incluyó ni un solo trabajo.

"Algunos estudios utilizaron métodos que no eran muy fiables", como limitarse a preguntar a los participantes cuántas bebidas azucaradas bebían, dicen los autores en el texto del trabajo. "En consecuencia, algunos de los resultados de nuestra revisión podrían modificarse cuando se disponga de más estudios y de mejor calidad", añaden. También advierten de que existe una gran cantidad de factores vinculados al consumo de bebidas azucaradas, las cuales, además, se consumen en ocasiones y lugares muy diversos (igual que otros alimentos ricos en azúcar que podríamos eliminar), por lo que, aunque estas intervenciones sí parecen tener efecto en su conjunto, por separado podrían no ser suficientemente determinantes en la reducción del consumo.

Según esta nueva la revisión, es necesario que los investigadores, los expertos en metodología científica y las administraciones colaboren para fomentar el uso de este tipo de intervenciones y hagan un seguimiento adecuado de sus resultados. Solo así podrán medir de manera adecuada los efectos que tiene cada una de ellas en un contexto determinado. Hasta entonces, seguir las pautas que ya se sabe que sí tienen algún efecto positivo no sería una mala idea.

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