Son muchos los avances tecnológicos que ayudan a las personas con baja visión a tener una vida normal. Sin embargo una pequeña proporción de afectados recurren a ellos por desconocimiento.

FUENTE: Correo Farmacéutico

La baja visión es un problema de salud que está aumentando debido al envejecimiento de la población. El impacto en la calidad de vida es rotundo. La buena noticia es que el desarrollo tecnológico está marcando la diferencia en los últimos años (ver información de la derecha). De hecho, en la actualidad, los pacientes cuentan con ayudas técnicas que les permiten normalizar su vida cotidiana. “Estas personas comprueban que pueden volver a hacer actividades que habían abandonado”, destaca Ernesto Marco, vocal de la Sociedad Española de Especialistas en Baja Visión (Seebv).
Además, recurrir a estas soluciones producen otros beneficios colaterales que no son baladíes: “Disminuyen la depresión, las caídas o los golpes con obstáculos que dan lugar a un número significativo de accidentes con sus consecuencias más o menos serias”, detalla Francisco Coello, vocal de Óptica del COF de Pontevedra.

Según datos aportados por Marco, el 90% de los afectados puede beneficiarse de estos avances, sin embargo, sólo lo hace el 10%. En su opinión, esto es así porque los pacientes no reciben información ni son derivados por los especialistas a las ópticas especializadas, que hay en casi todas las provincias y cuyo listado se encuentra en la página web de la Seebv.

Por otra parte, “la baja visión es una gran desconocida. Se habla mucho más de la ceguera o de los problemas de personas con una visión normal”, lamenta Andrés Martínez Puente, presidente de la Sociedad Española de Baja Visión y Prevención de la Ceguera.

Pero, ¿qué se considera baja visión? Los expertos explican que se diagnostica cuando la agudeza visual se sitúa entre un 10% y un 30% en el mejor de los dos ojos y/o un campo visual por debajo de 20º. Esta situación se traduce en una incapacidad para leer, escribir, coser, realizar labores caseras e incluso comer. Y para diferenciar, por ceguera legal se entiende una agudeza visual menor del 10 por ciento y/o un campo visual menor a 10º, pero estos pacientes ya pueden afiliarse a la ONCE y utilizar sus servicios.

Prevalencia

En España más de un millón y medio de personas padecen este trastorno y las estimaciones de los expertos indican que en 2050 la cifra podría triplicarse. Su crecimiento obedece al aumento de la esperanza de vida. De hecho, causas importantes son patologías adquiridas como la degeneración macular asociada a la edad (DMAE), la diabetes o el glaucoma.

La miopía magna es también determinante. Una vez superadas las cinco dioptrías es cuando el ojo se convierte en patológico y se sabe que 2 de cada 10 miopes desembocarán en discapacidad visual severa.

Hay un dato preocupante y es que afecta ya a 6 de cada 10 universitarios y está aumentando en prevalencia y grado debido, según la Seebv, al abuso de las pantallas, el estilo de vida sedentario y una mala higiene visual.

Las ayudas técnicas y la rehabilitación visual para aprender a utilizarlas en función de las deficiencias y habilidades de los pacientes permiten sacar partido del resto visual de estas personas.

Retraso en el diagnóstico

Amparo Alcocer, presidenta de la Seebv, asegura que los pacientes llegan a las ópticas especializadas con cinco años de retraso. El oftalmólogo Andrés Martínez Puente cree que el obstáculo es el funcionamiento de la sanidad pública: “El gran problema de la baja visión es el Sistema Nacional de Salud, porque no existen unidades de rehabilitación en los hospitales, cuando existe rehabilitación para todo. Los oftalmólogos están muy saturados”.

Respecto a estos facultativos, Alcocer recuerda que ellos son los responsables del diagnóstico y de prescribir el tratamiento médico, “pero muchas veces no les dicen a los pacientes que existen unos centros en los que pueden recibir ayuda. Incluso hay alguna clínica oftalmológica que tiene servicios de baja visión y no derivan. El paciente tiene que investigar por su cuenta”, lamenta.

El poder de la prevención

Tampoco hay que olvidar la prevención, un ámbito en el que la farmacia cobra especial importancia. “Lo más importante no es tratar sino prevenir, asegura Martínez Puente. Una miopía magna superior a 6 dioptrías puede tener una repercusión a nivel retiniano y, cuando hay factores de riesgo añadido, un desgarro en la retina o tracción vítrea; por eso es preciso actuar pronto. Igualmente, hay que estar atentos a los destellos y las moscas volantes”, advierte.

“Desde la oficina de farmacia debemos hacer una concienciación de la población sobre los problemas visuales que pueden ir apareciendo con la edad y de la importancia del cuidado de otros problemas metabólicos que los pueden originar”, recomienda Coello. El farmacéutico debe insistir en que es necesario un control de la diabetes e hiperuricemia o de la presión arterial y en que hay que protegerse de la radiación solar. Respecto a la derivación a centros especializados afirma: “Hay que aconsejar lo antes posible los gabinetes de baja visión, generando confianza en la cantidad de medios técnicos que hay hoy en día”. Asimismo, son esenciales las revisiones oftalmológicas (una vez al año a partir de los 45-50 años) y una alimentación rica en antioxidantes.

En cuanto al tratamiento, no hay muchas novedades más allá de los complejos vitamínicos, sobre los que algunos especialistas son escépticos, y las inyecciones intravítreas de antiangiogénicos en degeneración macular húmeda: “No la solucionan, pero enlentecen la progresión”, señala Martínez Puente, quien es optimista respecto a las terapias génicas en investigación: “Se están haciendo ensayos clínicos con resultados esperanzadores”, dice.

Ayudas para todas las necesidades

El telemicroscopio permite ver de cerca pero a mayor distancia que el microscopio, siendo el campo visual más reducido. Y las lupas son el sistema óptico más sencillo y fácil de usar para agrandar el tamaño de los objetos. Existen diferentes tipos (manuales, con soporte y con luz) pero han de ser prescritas, igual que las gafas, en función del uso y las características del paciente.

Para ver de lejos, las lentes magnificadoras tienen una ampliación de la imagen del 1% al 9% y pueden llevar un filtro terapéutico para mejorar el contraste. Los filtros selectivos mejoran el contraste y protegen de la luz solar, y los telescopios permiten mejorar la visión de lejos, por ejemplo, para ver la televisión o el nombre de una calle. Pueden ir montados en las gafas, con un clip manual o colgados del cuello. Si la pérdida de visión afecta al campo periférico, hay ayudas especiales para ampliarlo, como el telescopio invertido y los prismas sectoriales.
Las pantallas de plasma y LCD para ver la televisión, los monederos que cuentan dinero o las máquinas para enhebrar son otras herramientas disponibles.

Las nuevas tecnologías también han traído ayudas como las gafas de realidad aumentada o los lectores, que se incorporan a la patilla de la gafa y permiten la lectura con voz,apps que ofrecen servicios para orientarse o leer textos.

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