Una asociación gaditana se convierte en la primera que ofrece terapias acuáticas en piscina y este deporte en el mar para ayudar a niños y adolescentes con síndrome de Do wn o trastorno del espectro autista.

FUENTE: El Mundo

La teoría de la tabula rasa le sirvió a John Locke para explicar y fundamentar el empirismo: el aprendizaje mediante la experiencia: el hombre es una entidad que llega a la existencia sin nada en la mente. Es un libro en blanco, una tabla sin escribir. De esta tabula rasa (y de otra hecha de fibra de carbono) parte la metodología y el proyecto de la Asociación Solo Surf, una entidad gaditana que combina terapia acuática en piscina con surf en la playa.

Es pionera en España y Europa en ofrecer este deporte como terapia para niños y adolescentes afectados por Trastornos de Espectro Autista (TEA), Trastorno Expresivo del Lenguaje (TEL), parálisis cerebral, Síndrome de Rett, Síndrome de Down o Trastornos Generales del Desarrollo. Desde 2005 enseñan lo divertido del surf y un aprendizaje que implica un reseteo, donde los niños y niñas con este tipo de trastornos aprenden a escuchar antes de ver, invirtiendo la manera en las que la sociedad actual exige, y les exige, cómo se debe recibir el conocimiento.

Es sábado y en la Playa de Santa María del Mar, en Cádiz, luce el sol. Cuatro grupos de niños y jóvenes bajan hasta la orilla armados con tablas de surf y sillas de plástico. Todos llevan neopreno, y van acompañados de sus monitores. Algunos llevan de la mano a alumnos como Pepe. Tiene ocho años y viene todos los sábados desde Sevilla. «Lleva aquí desde los cinco años», cuenta su madre, Conchita, quien responde sin perderle de vista.

Pepe es guapísimo y tiene TEA y TEL. En estos tres años ha aprendido «a andar más erguido y a hablar». Le han enseñado a trabajar con el cuerpo para reordenar su cerebro, mejorando la coordinación entre brazos y piernas, mitigando así la postura que delata a cualquier autista cuando camina: mirando hacia el suelo e inclinado hacia delante.

La típica postura del que no está acostumbrado a ver. «Yo conocí esto porque me vine un día a Cádiz y el recepcionista del hotel me dijo que trabajaba con niños como Pepe. Me enseñó un vídeo y me dije que mi hijo tenía que hacer esto». Esto mejora la autoestima, la autonomía, la motivación y el equilibrio. Y además se lo pasan bien porque están jugando.

Aunque hay premisas. Los niños deben ser acuáticos. Debe gustarles la arena y el agua. «Aquí no se viene a sufrir ni mucho menos un niño debe sufrir porque se le obligue», dice el director técnico y de formación de Solo Surf, Jesús Borrego, un apasionado surfero que fundó la asociación junto con Ana Gonzalo, la directora gerente, que también es monitora. Borrego mira el mar con nostalgia mientras se repone de una lesión en el hombro que le impide meterse en el mar. «Déjale un espacio de supervivencia y recondúcelo para darle un trabajo», le indica a un monitor que batalla con uno de sus alumnos, de los que no esperan, no escuchan y no entienden los grupos.

«Todos los niños aprenden viendo y escuchando. Aquí trabajamos viendo, haciendo y escuchando». El programa tiene tres niveles. La primera lección es a través de vídeos, pictogramas y colores, para trabajar las emociones, y sobre todo, redirigir los bloqueos emocionales. También hay explicaciones. Luego toca la tabla, y al agua. «Reproducimos una etapa del desarrollo de los niños que es fundamental para que puedan terminar de coordinarse en cuanto a la construcción de su esquema corporal, procesar información y aprender con los demás».

Jesús Borrego se refiere a ese periodo de tiempo desde que el niño nace hasta que se pone de pie y empieza a andar, «que es el salto evolutivo fundamental de las personas y se basan en integrar el esquema corporal. La idea que nos sustenta es reproducir ese patrón de desarrollo temprano, hacerlo de una manera divertida y normalizada». El método es muy funcional, adaptado a cualquier diversidad y a las necesidades que tenga cada alumno.

Así, mientras la mitad de un grupo se echa sobre la tabla, en la arena, para levantarse sobre ella cuando llegue una ola imaginaria, el resto del grupo permanece sentado en sillas, observándoles. Luego les tocará a ellos hacer lo mismo.

La entidad, que cuenta con cien monitores, colabora desarrollando programas formativos con universidades españolas como las de Cádiz, Huelva, Salamanca o País Vasco; universidades de Alemania o Dinamarca, e incluso recibe voluntarios de universidades norteamericanas.

Por Solo Surf han pasado más de 300 usuarios, el 80% de ellos con TEA (Trastorno del Espectro Autista), y el otro 20% con patologías como síndrome de Down u otras. Alberto es de Cádiz, tiene 18 años y también síndrome de Down. Mientras cabalga sobre una ola se lleva el índice a los labios pidiendo silencio. Es su momento, porque lo ha logrado. Luego, al acabar, abandonará la playa, como la mayoría de sus compañeros, con una sonrisa en la cara.

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