Una investigación en ratones muestra que los anticuerpos derivados de los microbios intestinales (microbiota) de la madre protegen a los recién nacidos de la infección por E. coli.

FUENTE: ABC

Nadie duda a estas alturas de que los beneficios de la leche materna en el recién nacido y de su capacidad para proteger a los bebés de ciertas infecciones. Ahora, una investigación realizada en la Escuela de Medicina de Harvard (EE.UU.) en ratones muestra que al menos una gran parte de sus efectos protectores provienen de una fuente sorprendente: los microbios que residen en el intestino materno.

El nuevo estudio muestra que los anticuerpos producidos en el intestino materno como respuesta a un organismo particular se transmiten a la descendencia tanto a través de la leche como a través de la placenta para proteger a los recién nacidos, al menos, de la infección por la bacteria E. coli, causante de una grave enfermedad y potencialmente letal.

La diarrea infecciosa, más comúnmente debida a E. coli o rotavirus, es la principal causa de desnutrición y la segunda causa de muerte a nivel mundial en niños menores de 5 años. Provoca 1,7 mil millones de infecciones y se mata a más de 520.000 personas cada año en todo el mundo, según la Organización Mundial de la Salud.

Los hallazgos, que se publican hoy en «Nature», se suman la creciente evidencia que sugiere al papel potente de la microbiota, los miles de millones de microorganismos que habitan en el intestino, la piel, la boca y otras partes de los cuerpos de los mamíferos, incluidos los humanos, en la enfermedad y la salud.

Pero el trabajo va un paso más allá: identifica específicamente la microbiota materna como fuente de inmunidad del recién nacido. Además, sugiere que la microbiota intestinal podría ofrecer protección inmunológica incluso cuando las madres no hayan estado en contacto previo con una infección que les permita desarrollar y transmitir anticuerpos protectores a su descendencia.

«Nuestros resultados ayudan a explicar por qué los recién nacidos están protegidos ante ciertos microbios que causan enfermedades a pesar de que su sistema inmunitario está en fase de desarrollo y la ausencia de encuentros previos con dichos microbios», explica el investigador principal del estudio Dennis Kasper. «Además, plantean la posibilidad de que las madres puedan conferir protección inmune a sus descendientes incluso a patógenos a los que no han estado expuestas en el pasado».

Los investigadores creen que, si estos datos se confirman en otros estudios, los hallazgos podrían facilitar el diseño de terapias microbianas contra infecciones peligrosas como E. coli y otros organismos causantes de enfermedades.

Aunque los resultados sean preliminares, reconocen «esperamos que estas ideas puedan servir para el desarrollo de vacunas derivadas de moléculas microbianas comensales como una forma de prevenir enfermedades infecciosas», asegura Kasper. «Otra vía terapéutica podría ser el uso de microbios comensales como probióticos que protegen contra la enfermedad diarreica».

Debido a que los recién nacidos no han tenido ninguna exposición previa a las bacterias, su sistema inmune es como una pizarra en blanco. Durante las primeras tres semanas, su protección inmune se deriva completamente de los anticuerpos maternos transmitidos al feto durante el embarazo a través de la placenta, durante el parto a través del canal de parto y después a través de la lactancia.

En el estudio actual, los investigadores trabajaron con ratones recién nacidos diseñados genéticamente para carecer de células B, las encargadas del sistema inmunitario de producir anticuerpos. Algunos de los animales recién nacidos se criaron por madres que tampoco tenían células B productoras de anticuerpos y, por lo tanto, carecían de anticuerpos protectores. Los otros nacidos fueron criados por madres que tenían sistemas inmunes normales.

Los resultados mostraron que aquellos ratones expuestos a anticuerpos protectores de sus madres eran mucho más resistentes a la infección por E. coli que los que no estuvieron expuestos a dichos anticuerpos. «Era como si las crías repelieran el patógeno», escriben en el artículo. De hecho, sus intestinos tenían 33 veces menos bacterias E. coli que los recién nacidos que carecían de anticuerpos maternos. Por el contrario, los que no estuvieron expuestos a anticuerpos protectores desarrollaron la enfermedad de E. coli.

Además, el trabajo identificó el organismo específico responsable de inducir la formación de los anticuerpos protectores, un microbio llamado Pantoea, miembro de la familia bacteriana Enterobacteriaceae, que reside en el intestino de ratones y otros mamíferos, incluidos los humanos.

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