Los niveles más bajos de actividad física moderada-vigorosa predicen el desarrollo de mayor fragilidad en las personas mayores. Sin embargo, no se halló relación entre un mayor tiempo sedentario y este estado asociado al envejecimiento.

FUENTE: Sinc

La Comisión Europea estima que en 2060 el gasto público asociado al envejecimiento en España tendrá un crecimiento de 1,5 puntos del PIB en gasto sanitario y 0,9 puntos en cuidados de larga duración. Por ello, el reto es mantener la autonomía e independencia a medida que se envejece, evitando el progreso hacia la fragilidad y la discapacidad, reduciendo así también los costes sanitarios y sociales directos e indirectos derivados de la pérdida de capacidad funcional.

En este sentido, investigadores del Centro de Investigación Biomédica en Red de Fragilidad y Envejecimiento Saludable (CIBERFES) en la Universidad de Castilla-La Mancha y en el Hospital Virgen del Valle de Toledo han demostrado que los niveles más bajos de actividad física moderada-vigorosa predicen el desarrollo de niveles más altos de fragilidad en las personas mayores.

Sin embargo, los investigadores no hallaron relación entre mayor sedentarismo con la evolución hacia una mayor fragilidad. Estos resultados, que acaban de publicarse en el Journal of Cachexia, Sarcopenia and Muscle, avalan la importancia de implementar intervenciones dirigidas a promover los niveles de actividad física de intensidad moderada-vigorosa desde etapas más tempranas para promover el envejecimiento exitoso.

El trabajo, coordinado por Ignacio Ara, director del Grupo GENUD Toledo de la Universidad de Castilla-La Mancha, y Francisco José García, codirector del Estudio Toledo de Envejecimiento Saludable del Complejo Hospitalario de Toledo (SESCAM), se centró en determinar la bidireccionalidad de la relación entre actividad física de intensidad moderada-vigorosa, el sedentarismo y la fragilidad en adultos mayores. Para ello hicieron un seguimiento durante 4 años a un total de 186 personas a partir de los 65 años incluidas en el Estudio de Toledo de Envejecimiento Saludable.

“Estudios anteriores sugieren que aumentar la actividad física y reducir los niveles de comportamiento sedentario es una estrategia clave para atenuar las disminuciones en la masa muscular y la función física asociadas al envejecimiento, pudiendo retrasar también los síntomas clínicos de fragilidad en adultos mayores”, explica Asier Mañas, primer autor de esta investigación.

“Con este nuevo trabajo, tratamos de analizar la relación longitudinal de la actividad física moderada- vigorosa en los resultados de fragilidad y también la asociación de esta con el comportamiento sedentario”, añade.

La fragilidad conduce al sedentarismo

Los datos obtenidos del seguimiento de estos pacientes permitieron concluir que aquellas personas que llevaban a cabo un nivel más bajo de actividad física moderada-vigorosa al principio del estudio desarrollaron una mayor fragilidad posterior.

“Sin embargo, el hecho de pasar más tiempo en comportamientos sedentarios al principio del estudio no implicó una relación con la progresión hacia una mayor fragilidad con el paso de los años”, subraya Mañas.

Más bien al contrario, “fue un estado de fragilidad incrementado inicial lo que pronosticó niveles más altos de sedentarismo, por lo que, curiosamente, nuestros resultados indican que el comportamiento sedentario no es un determinante de la fragilidad, sino más bien una consecuencia de la misma”, apunta el investigador.

“Este estudio señala la posibilidad de que los efectos perjudiciales sobre la fragilidad se definan principalmente por las cantidades insuficientes de actividad física moderada-vigorosa en lugar de por una cantidad excesiva de tiempo sedentario”, concluye. “Según nuestros hallazgos, la promoción de la actividad física moderada-vigorosa en etapas más tempranas se traducirá en menos fragilidad con el paso de los años”, propone.

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