Mediante terapia ocupacional.

FUENTE: Diario Médico

Un 43% de los enfermos que han tenido coronavirus perdieron el olfato, según revelan los primeros datos del estudio de seroprevalencia ENECovid19, del Ministerio de Sanidad y el Instituto de Salud Carlos III (ISCIII). Para algunos pacientes, ese síntoma ha sido el primero –e incluso el único- de la infección coronavírica y hay científicos que señalan que una anosmia repentina, en este contexto pandémico, puede ser signo diferenciador de una gripe o un catarro.

Lo cierto es que nadie duda ya de la asociación entre anosmia e infección por SARS-CoV-2: lo que empezó siendo una observación clínica que llegaba como un clamor desde diferentes lugares del planeta está respaldada por revisiones metanálisis de estudios publicados.

En general, como ocurre con otras anosmias causadas por agentes infecciosos, la pérdida o distorsión (disosmia) del olfato y gusto desaparece al cabo de unas semanas. Así lo expone el otorrinolaringólogo especializado en olfato de la Unidad de ORL del Hospital Ruber Internacional, Adolfo Toledano.

“Por lo que sabemos de otras anosmias virales y lo que estamos viendo en la pandemia, generalmente, la evolución es buena. La mayoría de los casos se han recuperado de forma espontánea a los dos meses, pero no ocurre así en todos ellos, y hay pacientes en los que llegan a pasar años. La rehabilitación olfatoria puede acelerar el proceso de recuperación”, afirma el otorrino, que dirige una de las pocas consultas donde se administra este tratamiento por terapeutas ocupacionales especializados en anosmias neurosensoriales.

“No hay ningún dato que nos haga pensar que esta anosmia vírica es diferente a la causada por otros virus”, continúa Toledano. No obstante, sí considera interesante hacer un seguimiento a largo plazo para determinar la trascendencia de esta afección neurosensorial. “Las partículas del virus han alcanzado no solo el epitelio olfatorio, también han llegado al bulbo olfativo, y no sabemos qué repercusión tendrá eso en el futuro”.

De hecho, dentro de la investigación de las enfermedades neurodegenerativas, una de las hipótesis es que en la etiología de algunas, como el mal de Parkinson, puedan estar sustancias tóxicas que accedieron a través de la vía olfatoria al cerebro. Los antecedentes familiares de enfermedad neurodegenerativa son un factor predisponente para sufrir las anosmias por causas víricas: “Casi el 30% de nuestros pacientes con anosmia viral tienen familiares de primer grado con enfermedad neurodegenerativa”, apunta Toledano.

Anosmia en el confinamiento

Para profundizar en el conocimiento de la anosmia asociada al coronavirus, desde la Universidad Rey Juan Carlos, de Madrid, en colaboración con el Hospital Ruber Internacional, se ha iniciado una investigación para valorar la pérdida de olfato y gusto y su relación con la Covid-19 durante el estado de alarma.

La encuesta, coordinada por Cristina Gómez Calero, profesora del Departamento de Fisioterapia, Terapia Ocupacional, Rehabilitación y Medicina Física de la citada universidad, estaba abierta a cualquier persona con sintomatología compatible con la enfermedad. Hasta la fecha, se ha recogido una muestra de más 500 personas. De estos participantes, más del 80% tenían síntomas de pérdida de olfato y gusto.

A falta de estudios epidemiológicos exhaustivos, la experiencia clínica sugiere que los hombres y las mujeres postmenopáusicas pueden tener más problemas para recuperarse o que tardan más en hacerlo. En otras anosmias víricas, “el tiempo medio hasta que se acude a la consulta es de alrededor año y medio. En anosmias por otras causas, en concreto, las traumáticas incluso nos han llegado pacientes de diez años”, indica Gómez.

No obstante, a diferencia de lo que ocurre con otras afecciones, en la anosmia, destaca Toledano, “retrasar el tratamiento no implica peores resultados”.

El malestar personal determina la búsqueda de ayuda

Dejando a un lado el riesgo que supone no poder detectar determinados peligros (fuego, gas, comida en mal estado) o el papel que olfato y gusto juegan en algunas profesiones (cocineros), hay gente que asume que puede vivir perfectamente sin olfato, o que no repara en su importancia hasta que se les quema la cocina.

En cambio, “para algunos es un suplicio no poder disfrutar de una comida o de un buen vino; también en las relaciones íntimas, aunque no solemos reparar en ello, el olor es muy importante”, expone Toledano.

Y también hay casos de distorsión en la percepción de los olores por los que toda la comida sabe putrefacta, por poner un ejemplo. “Es algo que nos llega con relativa frecuencia”, comenta la terapeuta ocupacional. “Hay pacientes en la consulta que han perdido muchos kilos por ese motivo”.

¿En qué consiste la rehabilitación olfativa?

Las unidades específicas sobre el olor son una rareza en los hospitales y más aún disponer de todos los recursos terapéuticos necesarios. “La rehabilitación olfatoria ha demostrado que es útil, pero es un tratamiento que deben administrar terapeutas ocupacionales especializados. Además, antes de iniciar la rehabilitación, hay que seguir un protocolo diagnóstico que implica una exhaustiva recogida de datos y una serie de pruebas. Dependiendo de la etiología, a veces nos apoyamos en un TC o una RM”, expone Toledano.

El grupo de la profesora de la Rey Juan Carlos ha diseñado un protocolo para estos pacientes basado en la neurorrehabilitación. “Seguimos un modelo de terapia ocupacional, en el que se tiene en cuenta la implicación del paciente como parte activa de la intervención. Primero evaluamos cómo afecta el problema del olfato en su vida diaria y a partir de ahí, diseñamos la intervención. Es un protocolo individualizado. Por ejemplo, si la persona busca poder volver a saborear el café, trabajamos eso en una primera fase si es posible: primero, en el caso de que exista la distorsión, la eliminamos, y después recuperamos los olores que los pacientes consideran prioritarios”.

Gómez recalca que “trabajamos con las personas que realmente quieren recuperar el olfato. Ellas son parte de la recuperación. Nosotros no tenemos una varita mágica, somos la guía en el proceso terapéutico”.

La intervención suele consistir en una serie de sesiones (a menudo basta con entre cinco y ocho semanales) completadas con ejercicios que el paciente debe realizar en el domicilio”.

Al terminar la rehabilitación la gran mayoría ha recuperado al menos el 80%, y la percepción puede seguir mejorando “si aplican lo que les hemos enseñado”, apunta Gómez.

Una petición frecuente entre las personas con anosmia es poder oler el campo o la playa, en definitiva, la naturaleza; una necesidad que tras la experiencia vivida con esta pandemia, ahora todos podemos entender.

La anosmia vírica suele recuperarse de forma espontánea en unos meses, pero cuando no ocurre así la rehabilitación puede ser de ayuda.

Farmacias abiertas y de urgencia más cercanas