Por Manuel Casanova Monroig. Farmacéutico. Catedrático de Microbiología de la Universitat de València.

La pandemia de la COVID-19 ha puesto de manifiesto las deficiencias de nuestro Sistema Nacional de Salud del que nos sentíamos tan orgullosos. Todo parece indicar que esa satisfacción se la debíamos, más bien a la voluntariedad e implicación de nuestros profesionales sanitarios (médicos, enfermeras y personal auxiliar) que a la disponibilidad de los recursos humanos y materiales adecuados. Durante la primera ola de la pandemia fue nuestro sistema hospitalario el que estuvo al borde del colapso. En esta segunda ola pandémica es nuestro sistema de atención primaria sanitaria la que va a estar amenazada del colapso (si ya no lo está), no solo por la pandemia de la COVID-19, sino también por las epidemias estacionales que se suelen producir durante los meses de otoño y primavera (gripe, y otros virus respiratorios). Durante esta segunda ola se ha descargado sobre los centros de atención primaria las tareas de diagnóstico y rastreo. Las consecuencias de esta crisis están siendo dramáticas no solo para nuestro Sistema Sanitario, sino también para nuestro Sistema Económico y Social.

Aproximadamente, el 20-25% del personal sanitario (la siempre fiel y leal infantería) se ha contagiado. A ello hay que añadir que, al tratarse de una enfermedad altamente contagiosa, los pacientes deben de ser aislados, ocupando espacios que deberían de estar destinados a otras especialidades médicas. Ello repercute en que el resto de pacientes aquejados de otras enfermedades no estén recibiendo la atención médica adecuada. Por otra parte, después de siete meses de pandemia el personal sanitario se encuentra agotado tanto física como psicológicamente.

Recientemente se ha publicado un artículo en el que han participado Universidades de Noruega, Alemania y Estados Unidos, donde se analiza el papel que las Oficinas de Farmacia pueden jugar en el diagnóstico de la COVID-19, sobre todo en aquellas zonas en las que el acceso a los centros donde se realizan las pruebas es difícil.

En la Comunitat Valenciana existen 2.357 oficinas de farmacia, al frente de las cuales se haya un profesional sanitario: el farmacéutico. Y en muchas de ellas más de uno. Bien es cierto que en estos momentos las oficinas de farmacia no están autorizadas, ni disponen del instrumental necesario para realizar el diagnóstico (qRT-PCR) del SARS-CoV-2. Por lo que respecta al segundo aspecto no existe ningún problema. En la actualidad existen en el mercado plataformas de diagnóstico que son perfectamente escalables y asumibles en su costo por las oficinas de farmacia. Por lo que respecta al inmunodiagnóstico son técnicas muy sencillas y fáciles de realizar. Con respecto al primer aspecto, la autorización, creemos recordar que fue Joan Fuster el que con su habitual sarcasmo y su “pasión por la burocracia” más o menos venía a decir: “la burocràcia sol jugar males passades. Un problema que sembla irresoluble, va algú i publica quatre línies en un Diari Oficial i problema resolt” (“La burocracia suele jugar malas pasadas. Ante un problema que parece irresoluble, va alguno y publica cuatro líneas en un Diario oficial y problema resuelto”). No solo en el diagnóstico sino también en el rastreo podrían participar los profesionales sanitarios farmacéuticos, mucho más preparados y conocedores de la realidad local que los miembros de la UME, dicho sea, sin ánimo de molestar.

Se avecinan unos meses muy duros y complicados que pueden hacer saltar las costuras de nuestro sistema sanitario. Es necesario y urgente disminuir la sobrecarga de trabajo, sobretodo en tareas de diagnóstico, rastreo y muy pronto campaña de vacunación, que está sufriendo nuestros médicos y enfermeras de la atención primaria. Esta ayuda en dichas tareas sería no solo un alivio para disminuir la carga de estrés físico y emocional que están sufriendo, sino también les permitiría disponer de más tiempo para poder atender satisfactoriamente al resto de pacientes. Necesitamos más profesionales sanitarios para afrontar la crisis que la pandemia ha provocado en nuestro Sistema Nacional de Salud. Los farmacéuticos, con sus oficinas de farmacia, lo son y están ahí.

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