Visitar a amigos, ir al cine o hacer trabajos voluntarios activan regiones específicas del cerebro necesarias para el reconocimiento de caras y emociones, la toma de decisiones y sentirse recompensados.

FUENTE: Sinc

Aquellos ancianos que tienen una vida social más activa muestran una materia gris más robusta en las regiones cerebrales que son relevantes en el desarrollo de la demencia, según un estudio dirigido por investigadores de la Escuela de Posgrado de Salud Pública de la Universidad de Pittsburgh (EE UU).

Estos hallazgos, publicados en el último número del Journal of Gerontology: Psycological Sciences, indican que “prescribir” actividades sociales podría beneficiar a los ancianos a evitar la demencia. También se recomienda hacer ejercicio físico para ayudar a prevenir la diabetes y enfermedades cardiacas.

La investigadora principal del estudio Cynthia Felix, geriatra en el Departamento de Epidemiología de esta escuela de salud pública, señala que los datos fueron recopilados antes de la pandemia de la covid-19, pero los resultados son particularmente importantes en este contexto ya que un confinamiento social para toda la población supondría más riesgo de demencia. “Los mayores deberían saber que es importante para su salud cerebral que sigan haciendo vida social de manera segura y equilibrada durante la pandemia”, afirma.

El equipo empleó la información sobre la vida social de 293 participantes del estudio de salud, envejecimiento y composición corporal del Instituto Nacional sobre el Envejecimiento de Estados Unidos (NIA), un estudio de cohorte longitudinal con población anciana centrado en los factores de riesgo asociados al envejecimiento.

Juegos de mesa, trabajo voluntario o visitar a los vecinos: todo cuenta

Estos participantes, que tenían una media de edad de 83 años, proporcionaron datos sobre su vida social y fueron puntuados mediante una herramienta desarrollada por Felix. Las puntuaciones más altas se otorgaron a aquellas personas que dedicaban tiempo a juegos de mesa, ir al cine, viajar largas distancias, recibir algún tipo de educación, participar en actividades comunitarias, visitar a hijos, amigos o vecinos una vez a la semana y hacer trabajo voluntario. Estar casado o vivir en compañía también sumaba puntos en esta herramienta.

Por otro lado, los participantes recibieron un escaneo cerebral llamado tensor de difusión de imágenes por resonancia magnética (Diffusion Tensor Imaging MRI) que permitía medir la integridad de las células cerebrales usadas en las interacciones sociales. Se trata del primer estudio que emplea este tipo de escaneo para evaluar la correlación entre vida social y microestructura cerebral.

Felix y sus colegas encontraron que los ancianos con una vida social más activa estaba mostraban una mejor integridad microestructural de la materia gris cerebral. Esto resulta clave en evitar el desarrollo del deterioro cognitivo: una vez que las células cerebrales empiezan a morir, suele aparecer la demencia. Hacer vida social con un familiar o amigo activa regiones específicas del cerebro necesarias para reconocer caras y emociones, tomar decisiones y sentirse recompensados.

Así, la investigación afirma que incluso una ‘dosis’ moderada de sociabilización ya muestra beneficios. “Necesitamos hacer más investigación en los detalles, pero es una buena noticia, ya que hacer vida social apenas supone esfuerzo y no hay que preocuparse por los efectos secundarios”, apunta Felix. La investigadora destaca que el objetivo prioritario debe ser prevenir la demencia, una condición “que no tiene cura e implica enormes costes en cuanto a tratamientos y cuidados”.

Desenredando la correlación vida social-salud cerebral

La investigadora principal comenta que aún es necesario desvelar la causa-efecto de esta correlación: “¿Es tener una mejor vida social lo que mantiene la salud de estas regiones del cerebro, o es tener un cerebro más sano lo que resulta en mejores interacciones sociales?”

Del mismo modo que los estudios sobre salud pública evalúan qué programas de ejercicio físico son mejores para prevenir las enfermedades crónicas en los ancianos, Felix considera que sus hallazgos justifican que se hagan ensayos de control aleatorizados para analizar el impacto de actividades sociales en la salud cerebral.

“Sería positivo si desarrollamos programas en los que se puedan prescribir actividades sociales a ancianos, dirigidas a reducir las ratios de demencia y los costes de atención sanitaria que conlleva. Las plataformas que promueven el ejercicio físico en grupo podría ser un buen punto de inicio”, concluye Felix.

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