«Nadie puede luchar contra su edad, sexo o raza, pero sí mejorar su balance nutritivo, controlar su tensión arterial y prevenir la diabetes»

FUENTE. La Razón

Con el aumento de la esperanza de vida, nos preguntamos cuántos años viviremos y qué calidad de vida tendremos. Esto es así debido a que las sociedades avanzan, se impregnan de nuevos conocimientos, en ocasiones imprecisos e incapaces de proporcionar una respuesta cerrada.

Entonces, ¿podemos prevenir un ictus? Primero debemos comprender dos términos: prevención primaria y prevención secundaria. Hablamos de prevención primaria cuando intentamos reducir el riesgo de sufrir un primer ictus y de la secundaria cuando intentamos identificar y tratar sus factores de riesgo.

Como sujetos individuales y como sociedad, debemos atacar tanto a los factores que intervienen en la prevención primaria como en la secundaria. Para modificar los factores de riesgo debemos comprender en qué medida y de qué forma se producen los daños derivados. En esta era de la información somos más demandantes e inconformistas, ya no nos basta que se nos explique de qué factor se trata, sino que necesitamos entender qué es lo que realmente provoca el daño.

Nadie puede luchar contra su edad, sexo o raza, pero sí que podemos mejorar nuestro balance nutritivo, aunque dicho así queda como un poco vacío. Bien es cierto que el origen de muchos de los problemas de alimentación los encontramos en la vorágine del mundo en el que estamos inmersos, desembocando en lo que llamamos estrés. Dicho estrés provoca un incremento de cortisol, que repercute en un aumento de los niveles de insulina, haciendo que nuestro apetito también lo haga, y generalmente, con avidez de productos de poco valor nutritivo, pero sí calórico. Es por eso que la lucha no debe ser sólo personal, sino también social. Debe haber un cambio en la forma de interpretar las necesidades, las prioridades, los valores, y entender que el tiempo no tiene principio ni final, pero la porción que nos toca disfrutar, debe ser de forma adecuada y en consonancia con nuestro planeta.

Los profesionales sanitarios incidimos en el abandono del tabaco siendo una planta natural, pero quizá lo que deberíamos decir más bien es el cigarrillo, y es que éste se trata de un producto manufacturado con más de 150 sustancias nocivas propias de los componentes de una bomba. Para poder conseguir que no se apague lleva bandas metálicas que permiten transmitir el calor, así como tolueno y benceno y, si se acerca encendido al oído, se pueden apreciar la combustión y las microexplosiones que en él se generan. Esos derivados dañan la arteria, provocando finalmente que cada vez llegue menos sangre al cerebro.

Hemos visto que el estrés, las dietas poco saludables y el consumo de cigarrillos no son buenos amigos de nuestra salud y sí del ictus. Pero no podemos dejar de lado el factor más determinante del ictus tanto isquémico como hemorrágico: la tensión arterial (TA), y es que, con valores de la misma por encima de 115/75 se va incrementando el riesgo de ictus y como indican algunos estudios, el 77% de los pacientes que tuvieron un ictus tenía una TA por encima de 140/90. Este factor es un valor medible, pero las etiologías son múltiples. Podemos empezar por bajar la sal en las recetas, ya que todos los alimentos contienen su propio cloruro de sodio y se pueden usar especias si queremos reforzar el sabor. Por otro lado, cuando se realice cualquier actividad física o deportiva, se debe procurar que no sea de alta intensidad y en poco tiempo, sino más bien relajado y más marcado en el tiempo. Cuando piense en ponerse una película o estirar los pies en el sillón, pregúntese si ha caminado o si ha estimulado algo su cuerpo. Si por lo que fuere le es imposible adquirir hábitos saludables, no se niegue a bajar tu presión con fármacos, la hipertensión en las arterias sólo consigue que cada vez sean más rígidas, menos útiles, acortan su período de vida y acaban por romperse o cerrarse.

Merece también nuestra atención en la prevención del ictus la diabetes, considerada la enfermedad silenciosa. Cuando la glucemia basal está alterada, ya con valores por encima de 100-125 mg/dl se produce daño en las arterias, y es que la glucemia en exceso se puede unir a aminoácidos y formar lo que denominamos productos de glicación activada (PGA) y estos, a su vez, tienen efecto procoagulante, expresan moléculas de adhesión y gastan los niveles de productos antioxidantes de nuestro cuerpo. Dicho de otra forma, cuando se activa esta vía por exceso de azúcar, el cuerpo forma trombos que pueden obstruir cualquier parte del cuerpo dañando la vista, el riñón y el cerebro. Por eso es importante identificar y controlar desde el principio el azúcar.

En los centros de daño cerebral de Casaverde vemos a diario y tratamos con los daños derivados de la infravaloración de estos factores tan básicos. Como profesionales con años de experiencia y miles de pacientes a nuestras espaldas, pedimos que se analicen de cerca estos datos esenciales. Nosotros, por nuestra parte, nos encargaremos de buscar en qué medida estos factores pueden provocarle un ictus, intentándolo prevenir con estudios de imagen, sangre o estudios genéticos para mejorar la salud de tu cerebro.

La siguiente vez que se mire al espejo o se preguntes si puede prevenir un ictus, piense que SÍ puede. Cuídese y tómese en serio las cosas que haces a diario, ya que influyen sobre usted y sobre los demás.

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