La dieta mediterránea, el ejercicio y dormir son los hábitos que más evidencia científica tienen en cuanto al impacto en el sistema inmune.

FUENTE: Diario Médico

¿Qué dice la ciencia sobre cómo fortalecer el sistema inmunitario? La respuesta es clara. Los expertos consultados por CF coinciden: una alimentación sana y equilibrada, ejercicio físico, no quitarle horas al sueño y conjurar al estrés; es decir, hábitos de vida saludables entre los que, por supuesto, no tienen cabida ni el tabaco ni el exceso de alcohol.

En primer lugar, Francisco Borrego Rabasco, del Instituto de Investigación Sanitaria de Biocruces (Vizcaya) y vocal de la Sociedad Española de Inmunología (SEI), aclara que, más que de un sistema inmunitario fuerte, hay que hablar de que sea adecuado: “El sistema inmunitario puede causar enfermedad tanto por exceso como por defecto”. Y el presidente de la SEI, Marcos López Hoyos, insiste en esta idea: “No hay que fortalecerlo, tiene que funcionar adecuadamente”.

Los patrones dietéticos y los hábitos saludables contribuyen a este objetivo, reduciendo la inflamación del organismo, lo que implica menor riesgo de enfermedad aguda y de patologías crónicas, incluso de la covid-19. Son las conclusiones de estudios como Current State of Evidence: Influence of Nutritional and Nutrigenetic Factors on Immunity in the Covid-19 Pandemic Framework, publicado en la revista Nutrients, o The Functional Medicine Approach to Covid-19: Nutrition and Lifestyle Practices for Strengthening Host Defense, editado por Integrative Medicine: A Clinician´s Journal.

Los probióticos actúan en el organismo sobre los dos tipos de inmunidad, tanto la innata como la adquirida

El farmacéutico tiene un papel crucial en la concienciación de la población, como explica Paula Briones, vocal de Alimentación del Colegio Oficial de Farmacéuticos de La Coruña: “Los farmacéuticos podemos asesorar sobre medidas higiénico-sanitarias que pueden ayudar a nuestros pacientes. No tenemos el tiempo limitado, podemos hablar con ellos y preguntarles cosas tan sencillas como qué comen, con qué frecuencia, qué ejercicio hacen, cómo duermen…”.

En estos tiempos pandémicos, su colaboración se hace, si cabe, más valiosa, pues muchos médicos de Atención Primaria se han visto abocados a hacer consultas telefónicas: “Nosotros podemos interactuar con ellos y la mayor parte de las veces somos quienes los dirigimos al médico cuando vemos que precisan asistencia o pruebas analíticas”.

No existen alimentos milagro

Y algo que hay que repetir con frecuencia: no existen alimentos milagro. Para la vocal de Alimentación del COF de La Coruña, la dieta mediterránea cuenta con todos los nutrientes necesarios; así lo acreditan numerosos estudios. Es rica en frutas, verduras, legumbres, cereales de grano e incluye pescados, frutos secos y aceite de oliva virgen, que proporcionan las grasas saludables, así como vitaminas y minerales: “Esta dieta mantiene en equilibrio nuestra microbiota intestinal, factor importante, ya que se conoce que una disbiosis produce alteraciones también en nuestro sistema inmune, originando enfermedad”, dice la experta, quien también pone algunos ejemplos. La vitamina C, que está en los cítricos, la piña, el melón, los pimientos, las verduras de la familia de las coles o las hortalizas, aumenta el interferón y participa en la formación de colágeno, con una función significativa para el mantenimiento de las barreras defensivas. Por su lado, la vitamina E, presente en el aceite de germen de trigo, los cereales integrales o los vegetales de hoja verde, contribuye a aumentar la respuesta inmunológica.

Una recomendación general es no descuidar la hidratación, tomar al menos cinco raciones de fruta al día (no juntas), priorizar el consumo de productos integralesproteínas animales como carnes magrassin abusar de la carne roja (el tamaño de la ración más o menos como la palma de la mano).

Suplementos y probióticos

Los suplementos son sólo necesarios cuando existe una clara deficiencia. Es el caso de personas inmunodeprimidas, embarazadas, lactantes, pacientes con el hierro bajo o gente mayor que tiene niveles de vitamina D por debajo de lo recomendado.

Si la dieta es equilibrada y saludable, no hay problemas a nivel inmunitario. De hecho, la suplementación de vitaminas o minerales no se asocia a una mejora de la inmunidad y puede conllevar riesgos. “La vitamina D, por ejemplo, se puede acumular en el organismo y resultar tóxica desencadenando procesos patológicos”, comenta López Hoyos, quien considera que lo mejor es que se administren bajo prescripción facultativa. “La suplementación debe ser vigilada por una persona experta, dietista nutricionista, y en muchos casos el consejo de tu farmacéutico es recomendable”, señala Briones.

Otra cosa son los probióticos que, a pesar de poderlos obtener de la dieta, un aporte extra no induce riesgo y sí beneficios en muchas patologías: “Actúan sobre los dos tipos de inmunidad que tenemos, la innata y la adquirida. Nos protegerán de muchas inflamaciones (Crohn, obesidad…) y/o mejorarán las manifestaciones de otras dolencias como dermatitis atópica o asma”.

Ejercicio, poco estrés y dormir

Mantenerse activo es el otro pilar sobre el que descansa un estilo de vida saludable. Por ello, el farmacéutico puede recomendar hacer ejercicio de manera regular y moderada (entre 30 y 60 minutos al día es suficiente).

El presidente de la SEI aduce que está demostrado que la actividad física “elimina toxinas que perjudican la respuesta inmune”. La portavoz del COF de La Coruña habla de estimulación: “Nuestras células de defensa, los glóbulos blancos o los anticuerpos, circulan con más celeridad por nuestro cuerpo, detectando más rápidamente los virus y disminuyendo las hormonas de estrés, lo que reduce la posibilidad de enfermar”.

Está demostrado el vínculo entre una mala salud mental y el estado inmunológico: “Favorece la inmunodeficiencia porque aumenta la secreción de cortisol”, puntualiza López Hoyos. Además, el estrés suele derivar en una mala alimentación y en una peor calidad del sueño, enemigos del sistema inmune.

Igualmente, están confirmados los daños que provocan el exceso de alcohol y el tabaquismo. Se producen una modificación proteica y una respuesta inmunitaria anómala que pueden inducir procesos patológicos de causa inmunitaria, como la artritis reumatoide: “Tiene un trasfondo genético, pero el tabaco adelanta y favorece la estimulación de autoanticuerpos”.

Dormir bien es otro factor esencial por la influencia positiva de la melatonina. Y el orden de las comidas es también importante, según Paula Briones: “Saltarse alguna no es para nada recomendable ni disminuir el aporte de un grupo alimentario y aumentar el de otro. Incrementar las grasas cuyo origen no es de calidad repercute sobre el sistema inmune y facilita las infecciones”.

Señales de alarma

Un sistema inmunitario que no funciona bien puede derivar en muchos y variados problemas de salud: desde trastornos inmunes, infecciones e inflamaciones de órganos internos a alteraciones en la sangre, la piel o en las vías urinarias. Entre las señales de alarma, un aumento en la frecuencia de las infecciones es una de las destacadas: “Niños o adultos que tienen infecciones frecuentes, recurrentes, que no reaccionan bien al tratamiento, diarreas, alergias, cansancio o resfriado continuo”, apunta la farmacéutica.

El presidente de la SEI añade la presencia de infecciones causadas por microrganismos extraños o poco habituales: “Por lo mismo, las personas que padecen procesos graves, como cáncer o grandes traumatismos, tienen infecciones por microrganismos raros”.

Los más vulnerables

Junto a las personas que nacen con algún tipo de trastorno de inmudeficiencia primaria, las que tienen más edad conforman otro grupo vulnerable debido al proceso de inmunosenescencia. En cualquier caso, el inmunólogo Borrego matiza que hay que diferenciar entre la edad cronológica y la inmunosenescencia: “Un envejecimiento saludable, con buenos hábitos de vida que se han mantenido durante años, frena este proceso”.

Las personas con cáncer, enfermedades crónicas como diabetes, VIH o que siguen tratamientos inmunosupresores son, asimismo, más frágiles y precisan de seguimiento.

El porqué de las formas graves de covid

Las formas graves de la covid-19 tienen que ver con una gran perturbación de su sistema inmunitario. Así lo ha corroborado un estudio realizado por el Instituto de Investigación Sanitaria de Biocruces (Vizcaya), del que se ha publicado recientemente un artículo en la revista científica Frontiers in Immunology. “Hemos visto que las personas que han ido mal tenían el sistema inmunológico desregulado y no ha funcionado bien”, subraya Francisco Borrego Rabasco, experto del mencionado instituto.

Los investigadores han analizado una cohorte de pacientes con enfermedad leve, moderada y grave. Realizaron estudios de citometría de flujo y correlacionaron los datos con las características clínicas y los valores de laboratorio clínico de los pacientes.

Tanto los análisis de datos convencionales como los no supervisados concluyeron que las personas con una forma grave de covid-19 se caracterizan por un mayor estado de activación en todos los subconjuntos de células T (CD4, CD8, células auxiliares foliculares T doble negativas y T), mayor expresión de perforina y granzima B en las células citotóxicas, la expansión de las células NK adaptativas y la acumulación de monocitos disfuncionales activados e inmaduros que se identifican por una baja expresión de HLA-DR y un cambio intrigante en el patrón de expresión de los receptores CD300. Más importante aún, el análisis de correlación mostró una fuerte asociación entre las alteraciones en las células inmunes y los signos clínicos de gravedad.

“Los linfocitos T están muy activados. Por otro lado, los T y los NK están muy cargados de material armamentístico, tienen muchos gránulos citotóxicos con potencial para hacer mucho daño. Los más graves también tienen monocitos que son muy inmaduros. Los que son asintomáticos o tienen una enfermedad leve no tienen esas características”, explica el inmunólogo.

En algunos pacientes se asocia con comorbilidades, pero en otros no. De todas maneras, Borrego recuerda que enfermedades como la diabetes, la arterioesclerosis o las patologías cardiovasculares afectan también al sistema inmunitario.

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