Sanidad y las comunidades deciden este viernes qué hacer con los trabajadores esenciales que recibieron el primer pinchazo

Fuente: El País

El martes 4 de mayo habrán pasado 84 días desde que se inyectaron las primeras dosis de AstraZeneca en España. 12 semanas. Es el límite máximo que la ficha técnica de la vacuna marca entre la primera y la segunda inyección. La Comisión de Salud Pública, integrada por el Ministerio de Sanidad y las comunidades autónomas, se reúne este viernes para decidir qué hacer con más de un millón de personas menores de 60 años que recibieron una dosis y que quedaron en la incertidumbre cuando las autoridades decidieron aplicar este fármaco solo a sexagenarios.

Los afectados son los profesionales esenciales que comenzaron a recibir las dosis a partir del 9 de febrero. Había casi un millón cuando el ministerio decidió la primera suspensión de la vacuna, el 15 de marzo. Cuando la vacunación se reanudó, siguió administrándose a este colectivo en paralelo a la población general de hasta 65 años. Pero el 7 de abril, cuando 2,1 millones de personas habían recibido el pinchazo, llegó un nuevo parón. Y los menores de 60 años quedaron en el limbo (el ministerio no aclara el número exacto). Sanidad decidió que solo se administraría la vacuna a las personas de entre 60 y 69, ya que las trombosis con trombocitopenia, unos efectos secundarios muy infrecuentes, se habían dado mayoritariamente en personas más jóvenes.

Los trabajadores esenciales que no habían recibido la inyección se quedaron sin ella, y los que sí, sin saber qué pasaría con su segunda dosis. El Ministerio de Sanidad aseguró que estudiaría la situación para decidir si les administraba una segunda de AstraZeneca, de otra vacuna o si se quedaban solo con una. En Alemania y Francia están recibiendo segundas dosis de Pfizer; en Reino Unido e Italia, mantienen AstraZeneca. España ha ido dejando pasar el tiempo sin tomar una decisión, a pesar de que la Agencia Europea del Medicamento recomendó inocular AstraZeneca a quienes ya habían recibido el primer pinchazo.

El día 19 el Instituto de Salud Carlos III comenzó un estudio para comprobar la efectividad y la seguridad de combinar dos fármacos y tomar una decisión basándose en esos datos. Pero el pasado lunes ni siquiera se habían reclutado a todos los voluntarios necesarios, según reconoció Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias.

El Ministerio de Sanidad prefiere esperar al estudio, aunque deje transcurrir más tiempo del que indica la ficha del medicamento entre las dos dosis, según dijo el miércoles su titular, Carolina Darias. Pero la decisión tendrá que ser debatida este viernes con las comunidades, mientras los afectados siguen sin noticias de su futuro. Son profesores, policías, militares, funcionarios de prisiones y sanitarios que no estaban en primera línea que viven este momento con “incertidumbre”, como relata la mayoría. Estos son cinco de ellos:

“Da la sensación de que van dando palos de ciego”

Carlos Prieto, policía nacional de 41 años, y miembro del Sindicato Unificado de Policía, asegura que se fiará de lo que recomienden las autoridades sanitarias, pero denuncia la incertidumbre en la que están sumidos trabajadores esenciales que, como él, recibieron la primera dosis de AstraZeneca y posteriormente han visto un continuo vaivén de criterios. “Yo me pondría sin problemas la segunda dosis de AstraZeneca, pero si finalmente deciden combinar dos fármacos, lo que sí me gustaría es que fuera tras un estudio serio que garantice las condiciones de seguridad, que es lo importante”, afirma Carlos Prieto, policía nacional y sindicalista del SUP.KIKE PARA

“Los criterios de Sanidad han sido contradictorios: primero se recomendó solo a menores de 60 años, luego solo a mayores; si unes esto a que no nos han reunido, no nos han dado explicaciones, no sabemos si hay acopio de segundas dosis para nosotros… Da la sensación de que van dando palos de ciego”, zanja.

“Quejarme me parece una falta de respeto a quien no tiene vacuna”

La profesora Beatriz Rodríguez (Valladolid, 27 años) insiste en que ella confía plenamente en las vacunas, pero que las contradicciones sobre su administración han generado “incertidumbre” en el colegio en el que ella trabaja. La docente se siente “afortunada” por haber sido inmunizada y se ha obligado a no protestar por minucias cuando hay muchos integrantes del sector educativo, como los conserjes u otro personal, que no han recibido el pinchazo. Rodríguez comenta que las noticias llegadas sobre AstraZeneca provocaron que, más o menos, los vacunados achacaran distintas dolencias a la dosis: “A ver si este dolor de piernas va a ser por eso...”. Ni ella ni sus colegas saben nada sobre la segunda ronda. La vallisoletana confía en que esta llegue pronto para abandonar las precauciones estrictas con las que vive, “sobre todo por los demás”. Hasta entonces, no se quejará: “Me parece una falta de respeto hacia quien no la tiene”.Beatriz Rodríguez, profesora vacunada con la primera dosis de AstraZeneca, este jueves en Valladolid.Javier Álvarez / EL PAÍS

“Con las vacunas todo ha pasado de negro a gris”

Daniel Barrachina, de 47 años, es un farmacéutico valenciano que ha permanecido a pie de mostrador desde el principio de la pandemia. “Somos el primer eslabón de la cadena sanitaria y un punto de referencia del barrio”, asegura. Sobre todo, cuando los centros de salud se cerraron a cal y canto. Reconoce que a la farmacia han llegado personas que sabían que eran positivos y les han sacado la medicación mientras esperaban en la calle. Le gusta su profesión, es vocacional, pero confiesa que ha pasado miedo ante un posible contagio porque cerrar el negocio, que gestiona junto a su esposa, sería un duro revés económico tras cambiarse a un local mucho más grande.Daniel Barrachina, farmacéutico valenciano de 47 años.Mònica Torres

A mediados de marzo le administraron la primera dosis de AstraZeneca y la segunda le tocaría teóricamente el 31 de mayo, pero no sabe si la recibirá. “Estamos en el purgatorio y lo que me hace explotar la cabeza es que había un protocolo nacional de vacunación, que se cambia y se vuelve a cambiar. Es una situación muy berlanguiana”, añade a pesar de sentirse un afortunado porque hay cientos de compañeros suyos que todavía no han recibido ni la primera inyección, reprocha a la Generalitat.

No sabe si le pondrán una segunda dosis de AstraZeneca, pero él lo prefiere porque tanto la EMA como su homóloga española recomiendan hacerlo. “Ahora, meternos en un estudio con solo 400 pacientes, no sé…”, dice escéptico ante la posibilidad de que le inoculen una segunda dosis de otro laboratorio. Es un ferviente defensor de las vacunas y aunque posiblemente tenga riesgos, lo tiene claro: “Estadísticamente es más fácil que tenga un problema de salud por no ponérmela que por un posible trombo”. Le genera ansiedad no saber qué pasará y reconoce que hay “nervios” porque por fin se ve la luz al final del túnel: “Esperanzados con la vacuna, todo ha pasado del negro a una escala de grises”.

“Yo soy provacuna, pero la cosa se está poniendo de una manera...”

Isabel Solís tiene 36 años y es profesora de primaria en un colegio público de Dos Hermanas (Sevilla). Recibió la primera inyección de AstraZeneca el 2 de marzo y desde que el Ministerio de Sanidad y las comunidades autónomas empezaron a suspender la vacunación con ese preparado anglosueco la sensación de incertidumbre no la ha abandonado. Una inquietud que comparte con sus compañeros, también vacunados con un solo pinchazo, y que están atrapados en el limbo de qué pasará con su segunda dosis, de momento suspendida a expensas de que el Ministerio de Sanidad y las comunidades tomen una decisión.Isabel Solís, profesora en el CEIP Carlos I de Dos Hermanas, Sevilla.PACO PUENTES / EL PAÍS

“Tuve los síntomas asociados con esa vacuna, empecé con escalofríos, 38° de fiebre, dolor muscular... No dormí bien esa noche, pero al día siguiente desaparecieron. Solo quedó dolor de brazo donde me pincharon, que se mantuvo hasta el tercer día”, explica. Su principal preocupación ahora, además de cómo enseñar mejor a sus niños las sumas y restas, es saber cuándo y con qué vacuna se inyectará la segunda dosis.

“Yo soy provacuna, pero la cosa se está poniendo de una manera… Nos hemos vacunado y un día parece que no ha sido bueno, otro que si no te pones la segunda tampoco…”, se lamenta. “La única forma de seguir adelante ante tanta incertidumbre es seguir las indicaciones de los profesionales, hacer lo que digan los médicos”, asegura. La Junta de Andalucía defiende vacunar a los menores de 60 años con la segunda dosis de AstraZeneca y, en todo caso, que esa opción sea voluntaria. Solís es partidaria de seguir las recomendaciones médicas, pero en este caso no duda: “Yo me la pondría”. Mientras, sigue a la espera de la ansiada llamada del Servicio Andaluz de Salud para que le den cita para el siguiente pinchazo o le confirmen cuál va a ser el siguiente paso.

“No entras en pánico, pero empiezas a comerte la cabeza”

La fisioterapeuta Irene Campos tiene 27 años, es de Valladolid y comenta que ella recibió la dosis de AstraZeneca que pertenecía a un lote que posteriormente fue retirado. Esta clase de noticias, afirma, le provocaron unas dudas que inicialmente no albergaba sobre una vacunación: “No entras en pánico, pero sí que empiezas a comerte un poco la cabeza”. Habían pasado unos 10 días desde que recibió el primer pinchazo y la posterior aparición de sospechas hacia una remesa de AstraZeneca. La curiosidad le hizo revisar los datos sobre la que había recibido y entonces supo que le había tocado a ella. Campos empezó a hablarlo con sus amistades y con sus compañeros de trabajo con algo de miedo a que aparecieran síntomas o algún problema vinculado con la dosis, pero el tiempo pasó y trajo consigo la tranquilidad de que no le pasaba nada significativo. “Te olvidas, te relajas y suspiras”, resume la especialista, algo inquieta al principio.

Su empleo, relata, es de “contacto directo, es imposible que haya distancia” con niños y adultos, de ahí la importancia de que el gremio sea inmunizado cuanto antes. Campos se dice “con muchas ganas” de que se dirijan a ella para completar el proceso y que llegue la calma definitiva. El haber obtenido aunque sea un solo pinchazo, señala, ya le aporta cierta tranquilidad, porque sabe que hay “un alto porcentaje de seguridad” que tarde o temprano desea que se refuerce. “Si lo hacen estaré aún más contenta”, explica la fisioterapeuta. Ahora le queda aguantar “la incertidumbre” mientras se conoce si volverán a pasar por las manos de las enfermeras en las próximas semanas.

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