La diabetes mellitus tipo 2 duplica el riesgo de alzhéimer, constituye la primera causa de amputación de miembros inferiores y empeora significativamente la salud bucodental.

FUENTE: ABC.

La diabetes tipo 2 es una enfermedad que padecen más de 350 millones de personas en todo el mundo y que se caracteriza fundamentalmente por una producción insuficiente o una utilización inadecuada de la insulina, esto es, la hormona responsable de que las células capten la glucosa de la sangre para producir la energía. El resultado es un exceso de glucosa en el torrente circulatorio, lo que acaba provocando un daño en múltiples organismos del cuerpo. De hecho, y como han recordado los especialistas participantes en el XXVII Congreso Nacional de la Sociedad Española de Diabetes (SED) celebrado la pasada semana en Bilbao (Vizcaya), la diabetes es el paradigma de las enfermedades sistémicas –es decir, que afecta a órganos de todo el cuerpo– y, por tanto, requiere un abordaje multidisciplinar e integral con la participación de profesionales de todas las especialidades –entre otros, los cardiólogos, nefrólogos, oftalmólogos, neurólogos y odontólogos.

Como explica Edelmiro Menéndez, presidente de la Sociedad Española de Diabetes (SED), «es bien sabido que la diabetes se correlaciona con un aumento del riesgo de desarrollar una enfermedad cardiovascular y aterosclerótica, que acelera su evolución, que empeora su pronóstico y que multiplica la tasa de mortalidad precoz de origen cardiovascular. Y asimismo, también se asume el habitual empeoramiento de la función renal en la persona con diabetes y se acepta y teme especialmente la posible pérdida de visión como consecuencia habitual de esta enfermedad».

Pero las complicaciones de la diabetes no acaban aquí. Y es que los efectos negativos de la enfermedad se producen ‘desde la cabeza a los pies’. O lo que es lo mismo, por todo el organismo. Es el caso, entre otras consecuencias, de un aumento del riesgo de enfermedad de Alzheimer, de las amputaciones de las extremidades inferiores o, incluso, de la periodontitis –la consabida ‘enfermedad de las encías’ o ‘piorrea’.
Por todo el organismo

En palabras de Edelmiro Menéndez, «aún a día de hoy existe un gran desconocimiento social sobre los efectos que tiene la diabetes en la fragilidad ósea, en el riesgo de aparición de enfermedades neurodegenerativas, en el desarrollo o agravamiento de la salud de las encías o en el desarrollo de úlceras en el pie que terminan en amputaciones».

Así, la prevalencia de la diabetes es muy superior en los pacientes con depresión –hasta dos veces mayor– o con esquizofrenia –cuatro veces superior–. Y por lo que refiere específicamente a la demencia, el déficit de insulina y la menor sensibilidad a la hormona a nivel cerebral puede contribuir al proceso fisiopatológico de la enfermedad de Alzheimer. Y es que dado que las neuronas tienen una mayor dificultad para utilizar la glucosa, su capacidad para producir energía se ve notablemente mermada y, en consecuencia, su supervivencia es menor.

Es más; la diabetes también se asocia con la acumulación de la proteína tau en las neuronas, uno de los daños característicos del alzhéimer. El resultado es que los pacientes con diabetes tienen el doble de riesgo de desarrollar este tipo de demencia. Tal es así que, como refiere Félix Bermejo-Pareja, neurólogo del Hospital Universitario 12 de Octubre de Madrid, «prevenir la diabetes disminuye la incidencia de las enfermedades neurodegenerativas, como el alzhéimer».
Y ‘a sus pies’

La diabetes se corresponde con la primera causa de amputaciones de extremidades inferiores en el todo mundo. La razón, el denominad ‘pie diabético’, esto es, la infección, ulceración o destrucción de los tejidos profundos que, relacionados con alteraciones neurológicas y la enfermedad vascular periférica en las extremidades inferiores, pueden padecer los pacientes en los que la diabetes no es correctamente tratada.

Sin embargo, como apunta Pilar Vela Orus, cirujana vascular del Hospital Universitario Cruces en Bilbao, «resulta sorprendente que no se le preste la suficiente atención e, incluso, el paciente no lo ve como una amenaza. Todo ello a pesar de que el pie diabético y las amputaciones que suele conllevar provoca en cinco años más fallecimientos que el cáncer de colon o el cáncer de mama».

Por ello, y además de una mejor formación y coordinación entre los profesionales sanitarios, debe requerirse la concienciación de los pacientes sobre esta complicación. Y en este contexto, cabe sobre todo destacar tres sencillas medidas con la que se reduciría significativamente el impacto del pie diabético. Como informa Pilar Vela Orus, «hay que ser cuidadosos en el empleo de antibióticos para hacer frente a las infecciones en pie diabético, ya que existe un cierto sobretratamiento. También es indispensable que se limpie con extremo cuidado y rigor la herida, examinándose diariamente la lesión, antes de utilizar cualquier apósito para cubrir la úlcera del pie. Y por último, hay que efectuar una exploración vascular, es decir, buscar si el paciente tiene pulsos o no».

Y este riesgo de pie diabético, ¿es similar para todos los pacientes? No; hay un perfil tipo de personas con diabetes que tienen un mayor riesgo de desarrollar la enfermedad, muy especialmente «los pacientes de edad avanzada –indica la especialista– y con muchas comorbilidades: los conocidos como pacientes ‘frágiles’. En estos casos, el pie diabético es solo la punta del iceberg, un trastorno que esconde una patología mucho más amplia y compleja, asociada a una alta morbimortalidad».
Salud bucodental

Pero como ya se ha indicado, la diabetes ejerce un efecto negativo sobre todas las zonas del cuerpo. Así se comprende que, por ejemplo, también amenace a la boca y que su control se vea comprometido por una mala salud bucodental y, particularmente, por una mala salud periodontal. No en vano, no solo el mal control de la diabetes conlleva un riesgo triplicado de padecer periodontitis, sino que la ‘enfermedad de las encías’ puede iniciar o incrementar la resistencia a la insulina de una manera similar a como lo hace la obesidad.

De hecho, los problemas en las encías pueden ayudar a detectar precozmente la presencia de diabetes. Tal es así que, como destaca David Herrera, presidente de la Sociedad Española de Periodoncia (SEPA), «necesitamos que llegue a la población el mensaje de que cuidando la salud de las encías vamos a cuidar mejor la diabetes e, incluso, es posible que estemos ayudando a prevenir su aparición. Y asimismo, que la clínica dental es un lugar ideal para identificar el riesgo de sufrir diabetes no conocida, así como para realizar todas las tareas preventivas, de diagnóstico precoz y de tratamiento que precise una persona con diabetes».

En definitiva, el abordaje de la diabetes requiere de una mejor colaboración entre los odontólogos y los diabetólogos. Como concluye Edelmiro Menéndez «los odontólogos podrían jugar un importante papel en la detección de diabetes en aquellas personas no diagnosticadas. Y además, también podrían ayudar a detectar personas con diabetes con un mal control manifestado en las complicaciones gingivales. Por su parte, los diabetólogos deben prestar atención a las alteraciones bucodentales como manifestación de hiperglucemia no controlada para remitir a dichos pacientes a los odontólogos y que reciban la atención adecuada».

 

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