Se acaba de presentar un estudio colaborativo en el que han participado el MICOF y farmacias de Valencia, cuya conclusión más destacada es que se podrían ahorrar 2.272 millones de euros al Sistema Nacional de Salud implantando un sistemas de seguimiento farmacoterapéutico.

No es un estudio más, sino el pistoletazo de salida hacia una forma diferente de abordar la actividad de nuestras farmacias.

Había que demostrarlo y se ha hecho: las farmacias tienen la capacidad de mejorar extraordinariamente el proceso de la asistencia sanitaria mediante su contacto con los pacientes, en una cuestión prioritaria para ellos como es su propia salud. En una sociedad en la que el envejecimiento, la cronicidad y la polimedicación representan un reto para el sistema sanitario, las farmacias pueden ofrecer un servicio estructurado que es apreciado por los pacientes y que, además de mejorar su propia salud y calidad de vida, ahorre gastos al sistema sanitario.

Los resultados son sorprendentes: se reducen los problemas de salud no controlados, se disminuye el porcentaje de pacientes que acudieron a urgencias y los que fueron hospitalizados, pero quizá la conclusión más importante es que los pacientes percibieron mejoras muy significativas en su calidad de vida y, en algunos casos, pudieron reducir incluso la toma de medicamentos. La farmacia incrementa así sus propias cualidades (cercanía, la atención tradicionalmente buena y el servicio esmerado), con el avance en el plano científico mediante una visión holística de los problemas del paciente.

Ahora, tras conocer los resultados del estudio, hay que luchar porque no se quede en un planteamiento exclusivamente teórico avanzando en muchas cuestione. La primera de ellas es conseguir que las farmacias tengan acceso a la historia farmacológica del paciente, una decisión política que habrá que abordar con el Ministerio de Sanidad y todos los foros donde se planteen reformas de nuestro sistema sanitario como las Comisiones de Sanidad del Congreso y el Senado y el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud. El paciente tiene derecho a conocer sus propios datos, y la farmacia puede ser una ayuda inestimable para él, si estos datos se pueden interpretar en su presencia y con su autorización.

Otra cuestión tiene que ver con la propia formación de los farmacéuticos, ya que se profundiza mucho en los estudios de farmacia en el conocimiento de los medicamentos desde el punto de vista físico-químico, pero mucho menos en la terapéutica. La formación específica para esta nueva actividad resulta imprescindible y debe ser potenciada en las universidades con asignaturas específicas de seguimiento farmacoterapéutico de los pacientes y con la formación continuada que puedan ofrecer los colegios y otras organizaciones docentes públicas y privadas.

El trabajo que se ha desarrollado por el Consejo General bajo el acrónimo conSIGUE ha detectado la necesidad de un tipo de formación específica tanto en el plano farmacológico como en el de la captación de los pacientes. La señal de los tiempos es la comunicación para cambiar hábitos y despertar el interés hacia cualquier novedad. No basta con el conocimiento científico, hace falta que los farmacéuticos avancen en cualidades sociales para el trato con los pacientes.

Los importantes ahorros para el Sistema Nacional de Salud y las mejoras para los pacientes no son gratuitos, suponen una considerable inversión para los farmacéuticos, por lo que en su desarrollo futuro tienen que encontrar una compensación que comience por analizar la salud económica de las farmacias y los factores que han llevado a muchas de ellas al empobrecimiento. Factores como la ordenación farmacéutica demasiado expansiva, las torpes medidas de ahorro basadas exclusivamente en actuar sobre la oferta o la demanda de medicamentos, y los impagos de estos últimos años, de los que algunos ya no podrán recuperarse. Es necesario un equilibrio previo de estas y otras cuestiones para poder abordar con éxito una reforma tan necesaria cómo ventajosa para todos.

El seguimiento farmacoterapéutico, ya recogido en las leyes como función del farmacéutico, es el futuro, pero sin olvidar que para alcanzar ese futuro es preciso estabilizar la situación actual y dotar de medios e ilusión a un buen número de farmacéuticos que han visto degradada su situación económica por la crisis y las medidas implantadas desde el año 2000. Aún así, el seguimiento farmacoterapéutico se impondrá y será lo que caracterice a la Farmacia en este siglo, como en otros lo fue la elaboración de medicamentos.

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