Los alimentos 'sin' y 'bajos en' se asocian a un consumo saludable y beneficioso para el organismo, pero la forma y los productos empleados para conseguir esa alegación o el abuso de los mismos puede ocasionar riesgos mayores para la salud.

FUENTE: Correo Farmacéutico

 

En el mercado se pueden encontrar un sinfín de productos alimenticios etiquetados como sinbajo enlight, y otros que alegan “reducir el tiempo de tránsito intestinal” o “mantener unos niveles normales de colesterol en sangre”.

“La demanda de este tipo de productos, llamados alimentos funcionales, ha aumentado en los últimos años, ya que, además de satisfacer las funciones nutricionales, aportan un supuesto beneficio para la salud derivado de uno o varios de sus componentes”, plantea Lourdes Bosch Juan, profesora en el Grado en Nutrición Humana y Dietética en la Universidad CEU Cardenal Herrera, de Valencia.

Pero los especialistas se preguntan hasta qué punto se reducen o eliminan las cantidades de ciertos nutrientes, por qué otros se sustituyen y si existen riesgos para la salud por estas modificaciones. Para Vicente Brull, vocal de Alimentación del COF de Valencia, “hay una legislación al respecto que sí regula la publicidad de los productos para que el cliente tenga toda la información en el envase”, pero el problema viene de la publicidad engañosa, dado que las definiciones se pueden usar para incrementar el consumo de un producto que, en principio, no es recomendable ni saludable tomar, lo cual puede tener una incidencia negativa en la salud de un consumidor sano o paciente.

Luis Cabañas, secretario del Colegio de Dietistas y Nutricionistas de la Comunidad Valenciana, insiste en que se trata de un tema con muchas perspectivas y la legislativa, que dice lo que es sinbajo contenido en, tiene muchos matices. “Si hablamos de grasa, un alimento con bajo contenido es aquél que no tiene más de 3 gramos por 100 de contenido sólido. Y los light son los resultantes de haber reducido el 30 por ciento de las calorías de otro anterior. Sin embargo, la realidad muestra que las reducciones calóricas se han conseguido en muchas ocasiones sustituyendo la grasa por azúcar, como ha pasado con la mantequilla light o el yogur”, comenta. Cabañas también menciona las galletas: “Muchas ponen el 0,0 como un reclamo de salud y, casualmente, son productos que, aunque son aptos para diabéticos, tienen grasa de baja calidad. Además, en ocasiones, en la parte posterior de la información nutricional, esa parte que nadie mira y en letra pequeña, se indica que un consumo excesivo puede tener un efecto laxante”. Y es que, hay un tipo de edulcorante, como el maltitol, que puede tener esa acción cuando se consume en exceso, aclara.

Adiós a los alimentos frescos

Para Brull, el riesgo está en el abuso de estos alimentos, pensando que son inocuos y, en realidad, pueden llegar a ser dañinos. A la par, se dejan de consumir productos frescos, de temporada y no procesados, “que son los que se deben tomar y los que incorporan todos los nutrientes necesarios”.

En su opinión, el error parte de que el ciudadano no tiene toda la información necesaria ni la educación en alimentación adecuada para diferenciar cuáles son los alimentos más propicios para su salud”.

Por ello, Cabañas reivindica un etiquetado mucho más claro y eliminaría o intentaría limitar los reclamos de salud. Sobre este último punto, la profesora del CEU Cardenal Herrera hace hincapié en que las declaraciones de propiedades saludables “funcionarán en el contexto de una dieta sana, variada, equilibrada y un estilo de vida saludable”, y que los alimentos funcionales no tienen por qué resultar, o al menos no necesariamente, funcionales para todos los potenciales consumidores, dada la interacción que, a nivel individual, se da entre genes y dieta.

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