Algunos ejecutivos de la industria farmacéutica parecen crecerse con la desaprobación. Esto complica a las grandes farmacéuticas eludir las críticas de los políticos por el alto coste de sus medicamentos.

FUENTE: Expansión

La estadoundiense Nostrum Laboratories es el último caso. Ha subido el precio de un medicamento para el resfriado de venta bajo receta más de un 300%, a unos 170 dólares. El año pasado incrementó el precio de un antibiótico a más de 2.000 dólares.

El caso da mala publicidad a una industria que sufre presiones del presidente de EEUU, Donald Trump, por los precios. Aunque miles de fármacos han subido de precio recientemente, hay signos de contención. Un indicador muestra que los precios de los medicamentos sufrieron su mayor caída en 46 años en 2018.

La introducción de nuevos fármacos eleva los precios. El vencimento de patentes los reduce. Pero algunos de los conflictos más destacados afectan a viejos medicamentos sin patente. El fármaco contra el Sida y el cáncer Daraprim es el mejor ejemplo. Aunque lleva en el mercado más de 60 años, Martin Shkreli, el consejero delegado de su único fabricante, Turing Pharmaceuticals, subió el precio un 5.000% en 2015.

Pero el verdadero reto para los presupuestos sanitarios procede del precio creciente de los nuevos tratamientos, especialmente para enfermedades raras. El coste de lanzar un nuevo medicamento al mercado ha subido a más de 2.000 dólares. Las compañías tienen que rentabilizar la investigación.

Los reguladores y la industria tienen que tomar medidas para marginar a los ejecutivos más excéntricos. Deberían acelerar las aprobaciones de fármacos equiparables y cerrar los vacíos legales utilizados para bloquear la competencia. Esto daría paso a un debate sobre los costes de los medicamentos realmente nuevos.

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