El consumo de alcohol no mejora la respuesta sexual ni estimula el deseo. Por el contrario, conlleva numerosos efectos negativos y riesgos para la salud, como la mayor probabilidad de contraer una ITS

La idea de que el alcohol mejora la función sexual está muy extendida. El consumo de esta sustancia no solo conlleva numerosos inconvenientes y riesgos durante las relaciones sexuales, sino que, como en todo lo relativo a la misma, no aporta ningún beneficio. Aunque es cierto que las bebidas alcohólicas desinhiben hasta un punto a nivel social, la excesiva ingesta inhiben en el ámbito sexual. Además, que tengan este efecto “liberador” no quiere decir que estimulen el deseo, todo lo contrario.

Para empezar, hay que tener en cuenta que el sexo comienza en el cerebro, un órgano cuyas funciones no responden como debieran una vez que el alcohol entra en juego. “Es necesario que surja este deseo para que entremos en fase de excitación”, afirma Mariela Martínez Ramos, psicóloga y miembro de la Asociación Estatal de Profesionales de la Sexología (AEPS). El deseo puede ser inducido por diferentes factores externos como un olor, unas palabras o una caricia.

Por ello, la especialista subraya la importancia de que la mente esté conectada con el cuerpo: “El hecho de que en el sujeto haya una buena integración entre lo psíquico y lo corporal es un signo de buena salud mental”. Sin embargo, con una ingesta alcohólica, la activación del deseo, que empieza siempre con un pensamiento, se altera.

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