Un mal control de la glucosa acarrea daños en los vasos sanguíneos y afecta a todos los órganos. Evitar problemas graves depende de la detección temprana de la enfermedad metabólica, que a menudo llega tarde

La diabetes es una enfermedad muy común, tanto que en el mundo hay 537 millones de personas con este trastorno metabólico, de los que algo más de 5 millones viven en España. Con una prevalencia del 14% entre la población general, nuestro país tiene la segunda tasa más alta de Europa. No es una buena noticia ocupar una posición tan destacada, aunque es aún peor que casi un tercio de los pacientes no esté diagnosticado, según recoge el Atlas de la Diabetes de la Federación Internacional de Diabetes.

La ausencia de diagnóstico acarrea graves consecuencias, que impactan sobre el riñón, los ojos, el corazón, el cerebro, los pies -en definitiva, en todo el organismo-, derivadas del efecto de la glucosa sobre los vasos sanguíneos. La única forma de minimizar el daño es mantener a raya las cifras de glucosa, algo sencillo en teoría y difícil en la realidad, como demuestra la elevada cifra de diabéticos que desconoce que lo son. Según una encuesta de la Federación Internacional de Diabetes (FID), la mitad de las personas con diabetes (49%) en España descubrieron su enfermedad después de desarrollar complicaciones asociadas a la misma, algo que sucede en el 89% de los diabéticos a lo largo de su vida.

La encuesta de la FID, que se ha hecho pública coincidiendo con el Día Mundial de la Diabetes, que se celebra cada 14 de noviembre, revela que la posibilidad de desarrollar complicaciones preocupa a la mitad de los afectados, un riesgo que se reduce significativamente con un diagnóstico temprano. Pero más de la mitad de los afectados (57%) admiten que podrían haber hecho más para evitar esas consecuencias, lo que no excluye que el 37% afirme que el sistema sanitario podría haber hecho más por ellos.

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