La mayoría estamos habituados a emplear alarmas matutinas intermitentes (que pausamos una y otra vez). ¿Tiene alguna consecuencia?

Antes de que comenzara la pandemia, la mayoría poseíamos una sola alarma. Cuando sonaba y nos despertábamos, saltábamos de la cama y en poco tiempo salíamos de casa. Ahora, muchos nos hemos acostumbrado a funcionar con tres o más alarmas diferentes que descaradamente ignoramos o posponemos en una actividad que llevamos a cabo cada día.

Postergamos el despertador para disfrutar de unos minutos más de sueño. Pero el sueño que se obtiene después de aplazar la alarma no es productivo, ¿verdad? Tenemos a pensar que la repetición prolongada de la alarma esencialmente confunde al ritmo circadiano y que nuestro cuerpo no está seguro de cuándo se supone que debe irse a dormir. De hecho, la sabiduría convencional dicta que si nos despertamos, paramos la alarma del despertador, vuelve a sonar, nos volvemos a despertar, la volvemos a poner para otros 10 minutos -en esencia, aplazamos unas cuantas veces la alarma del despertador antes de levantarnos definitivamente-, es malo para nosotros.

¿Qué dice la ciencia?

Un nuevo estudio, publicado en la revista Journal of Sleep Research, quiso indagar precisamente en si al interrumpir continuamente el sueño al pausar y repetir la alarma, estamos alterando nuestros patrones de sueño profundo. ¿Es así? Para analizar este pensamiento de la sabiduría generalizada, los investigadores incluyeron dos estudios. El primero observó los hábitos de vigilia de 1.732 adultos, el 69% de los cuales respondieron haber utilizado la función de repetición de alarma o configurar múltiples alarmas al menos parte del tiempo. En esencia, a veces usaban la función de repetición de alarma o confiaban en varias de ellas.

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