A pesar de este hallazgos, lo expertos no abogan por abandonar las videoconferencias y proponen como solución apagar la cámara o tomar pequeños descansos

El auge de las videoconferencias a raíz de la pandemia de la COVID-19 trajo consigo un fenómeno ampliamente conocido como la "fatiga de Zoom". Ahora, un equipo de investigación liderado por René Riedl de la Universidad de Ciencias Aplicadas Upper Austria y Gernot Müller-Putz de la Universidad Tecnológica de Graz ha proporcionado evidencia neurofisiológica de que este agotamiento es más que una percepción subjetiva. A través de electroencefalogramas y electrocardiogramas, los investigadores midieron la fatiga en participantes que asistieron a una conferencia universitaria tanto de forma presencial como a través de una videoconferencia de Zoom. Los resultados revelaron tasas más altas de fatiga en la prueba de videoconferencia en todas las medidas, respaldando así la existencia de la fatiga de Zoom.

Además de los datos neurofisiológicos, estudios de neurocientíficos de Yale han arrojado luz sobre las diferencias en la actividad cerebral durante las interacciones en persona y virtuales. Utilizando técnicas de imagen, observaron que las personas prestan más atención visual durante los encuentros presenciales, con una mayor actividad en áreas cerebrales responsables de la percepción visual. El estudio sugiere que el cerebro procesa de manera diferente las interacciones en vivo y en directo en comparación con las virtuales.

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