Lo usual es que en una separación, uno o ambos miembros de la pareja tengan una serie de sentimientos y actitudes negativas hacia el otro.

Llevar un divorcio sano no es una tarea fácil, pero sí determinante para el bienestar de los hijos. Es obvio que si se produce la separación es porque hay conflictos irresolubles. Aun así, es muy importante conseguir que ese último paso sea lo menos traumático posible.

Más allá de las diferencias que pueda haber en la pareja, lo cierto es que la separación de los padres deja una huella profunda en los hijos. Pese a esto, el proceso es mucho más fácil de asimilar para ellos si se logra un divorcio sano.

Sea agradable o no, tras una separación son muchos los temas que se deben acordar, como la custodia compartida y el reparto de los bienes. Mientras tanto, los hijos deben enfrentar la idea de que su mundo ha cambiado en forma definitiva.

Los efectos del divorcio en los hijos

Un divorcio representa para los hijos un gran cambio y una gran pérdida. El hogar es la estructura que les da a ellos seguridad y estabilidad. Cuando se produce una ruptura, los hijos sienten que su mundo se desvanece.

Tras el divorcio, también deben vivir la experiencia de privarse de uno de sus padres. Así mismo, el padre con el que conviven adquiere un nuevo significado para ellos. Todo en conjunto puede ser muy confuso y, si son pequeños, no siempre encuentran la forma de expresar sus inquietudes.

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