Las comidas y cenas en familia se suelen relacionar con una alimentación más saludable, especialmente cuando se preparan con productos propios de la dieta mediterránea (aceite de oliva, frutas y verduras, pescado…) y se prescinde de los ultraprocesados. Pero con frecuencia se obvia que la nutrición es también un acto social, cuyos beneficios a largo plazo abarcan diversas esferas de la vida.
Numerosos estudios demuestran que comer o cenar en familia proporciona a los niños y adolescentes un apoyo fundamental para su salud mental. En la actualidad, durante la semana es complicado coincidir en la mesa al mediodía, ya que la mayoría de los padres trabajan y dejan a sus hijos en el comedor del colegio (donde, por cierto, socializan con sus iguales). Pero siempre queda la cena para fortalecer los vínculos familiares.
Muchos padres y madres comentan que sus hijos se muestran especialmente comunicativos durante la cena. Lo viven como un momento en el que se refuerzan los vínculos, algo que constituye una de las mejores vacunas frente a los problemas de salud mental de los más jóvenes. Por supuesto, si la tele está apagada y los móviles alejados, mucho mejor.
Más verduras y mejor funcionamiento familiar
Los efectos más inmediatos de las comidas en familia se resumen en dos, según una revisión sistemática publicada en la revista Journal of Nutrition Education and Behavior:
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