Pocas sensaciones son tan intensas, breves y buscadas como el orgasmo. Ese instante en el que tu cuerpo y mente se rinden al placer, y el mundo parece detenerse. Sin que apenas te enteres, un cóctel de hormonas como la dopamina, la oxitocina y las endorfinas se libera en cascada, generando la activación de múltiples zonas del cerebro asociadas a la gratificación, el alivio del dolor y la conexión emocional.
La experiencia, única en cada persona, suele describirse como una mezcla de contracciones de los músculos del suelo pélvico con una ola de sensaciones placenteras que recorre todo el cuerpo y que culmina en un estado de relajación y desconexión donde nada más importa. Si bien su duración y expresión varían entre hombres y mujeres, su mecanismo cerebral comparte similitudes.
¿Te has preguntado qué es lo que ocurre exactamente y por qué te causa tanta satisfacción? La respuesta puede ser tan compleja como fascinante. Detrás de ese instante hay una serie de reacciones químicas y nerviosas que, aunque han sido exploradas por la ciencia, todavía esconden misterios que se siguen investigando.
La ciencia detrás del placer de los orgasmos
Para que alcances un orgasmo, tu cuerpo debe responder a una serie de estímulos físicos y mentales que viajan a través del sistema nervioso para activar una compleja red de conexiones entre tu cuerpo y tu cerebro. Todo comienza con la excitación, esa fase en la que incrementa tu sensibilidad, el ritmo cardíaco y el flujo sanguíneo hacia las zonas erógenas.
A medida que esto se intensifica, se genera un mecanismo neurofisiológico que involucra la liberación rápida y coordinada de señales nerviosas, las cuales provocan contracciones musculares involuntarias y, en última instancia, esa intensa descarga de placer que conocemos como clímax u orgasmo.
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