La D es la única deficitaria en nuestro país.

FUENTE: Cinco Días

Los españoles parece que ahora solo se mueven por obsesiones. Están los que rechazan de plano todo lo que no sean alimentos naturales o ecológicos, llevándolo casi al absurdo, y los adictos a la química, convencidos de que el consumo de fármacos, como las vitaminas, ayuda a retrasar el envejecimiento y a tener una vida más saludable.

En España cada vez gastamos más en complejos vitamínicos y suplementos nutricionales, sobre todo en otoño y primavera, cuando comienzan las dietas adelgazantes y el rearme para afrontar el invierno o combatir la astenia primaveral. En los últimos 12 meses, el consumo de estos compuestos ha sido de más 190 millones de euros, un 10,4% más que el periodo anterior, y sigue creciendo, según la consultora IMS Health.

Un negocio muy rentable, a juicio de Gemma Sesmilo, endocrinóloga y nutricionista del Hospital Universitario Dexeus (grupo Quirón), porque las marcas no gastan mucho en investigación, “al no tener la regulación de los fármacos”. Hasta hace poco eran los ancianos los principales consumidores, pero ahora se han hecho adictos los jóvenes, las mujeres y los deportistas, a lo que ha contribuido la agresiva publicidad de las marcas.

Y todo pese a que los médicos advierten de que tomar vitaminas en periodos prolongados es perjudicial para la salud, salvo que haya un déficit. “No se ha verificado que sirvan para nada”, avisa Miguel Ángel Rubio, jefe de sección del servicio de endocrinología del Hospital Clínico San Carlos, quien considera que “es una moda generada, entre otras cosas, por el boom de los gimnasios; aunque las necesidades de vitaminas para las personas son mínimas”. “Es una barbaridad tomar un gramo de vitamina C al día (salvo en fumadores u otros)”, afirma Rubio, cuando la necesidad de 60 mg lo aporta el zumo de media naranja o tres rodajas de kiwi”.

El ritmo de vida actual, el estrés y la astenia es lo que hace recurrir “a las vitaminas como energizantes”, explicaMaría Luisa de Mingo, endocrina y nutricionista del Hospital La Luz. “Pero también la obsesión por los antioxidantes [antiedad] ha traído la toma indiscriminada de las vitaminas A, C y E”. “Hoy la gente quiere sustituir la buena alimentación por una pastilla”, añade Sesmilo, cuando una dieta adecuada incluye los aportes necesarios para el organismo.Otros motivos que llevan al consumo es la caída del pelo, para mejorar la piel y las uñas e incluso prevenir el cáncer o su reaparición.

Uno de los problemas de estos complejos es que muchos no llevan las proporciones moleculares naturales. Es más, a veces, incluyen minerales que colisionan entre ellos impidiendo la absorción. Esto ocurre cuando se mezcla el calcio, fósforo, hierro y magnesio, que además produce problemas gastrointestinales.

“Hay que huir de los multivitamínicos”, sugiere Sesmilo. Deben ser administrados durante las comidas del día para asegurar la concentración y absorción adecuada, no en una sola toma. Mientras, las marcas han hecho comprimidos de 1.000 mg de calcio, que además de generar piedras en el riñón pueden producir problemas cardiovasculares.

Lo mismo ocurre con las hierbas. “Natural no es sinónimo de inocuo”, indica. Sesmilo advierte de que se han descrito casos de hepatitis fulminantes tras el abuso. Es cierto que extractos como la jalea real son adecuados para deportistas con necesidades energéticas altas, pero no aportan nada al resto de los mortales. “Los frutos secos son las mejores cápsulas de salud o el aceite de oliva”.

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