Mantener una alimentación basada en la dieta mediterránea es beneficioso para prevenir enfermedades y adoptar un estilo de vida saludable.

FUENTE: LA VANGUARDIA

El 25% de la población en España es obesa o tiene problemas de sobrepeso. Asimismo, la obesidad ha alcanzado proporciones epidémicas a nivel mundial, tal como se desprende de los datos proporcionados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) que estima que en 2016 alcanzaba ya a 1900 millones de adultos y 340 millones de niños y adolescentes. Por eso, iniciativas como el Día Mundial de la Nutrición, apoyadas por numerosas instituciones como la FESNAD, son indispensables para concienciar a la población.

Está comprobado que comer de forma saludable tiene numerosos beneficios para el organismo, y es que ingerir los alimentos adecuados de forma equilibrada puede contribuir a la buena salud del corazón, estimular el cerebro, mantener la piel sana, regular el tránsito intestinal y reducir la probabilidad de desarrollar ciertas enfermedades. Es más, según la Asociación Americana de Psiquiatría, algunos alimentos podrían incluso contribuir a mejorar los síntomas de la depresión.

La composición exacta de una alimentación equilibrada está condicionada por las características y circunstancias de cada individuo. El sexo, la edad, la profesión o el clima son variables que influyen en las necesidades nutricionales particulares. Sin embargo, los principios de la alimentación saludable siguen siendo los mismos.

Aunque la sociedad se encuentra más concienciada, hoy en día todavía son muchas las personas que no llegan a unos mínimos en la ingesta de frutas, verduras y legumbres. Además, se consume una mayor cantidad de alimentos hipercalóricos, azúcares, sal y grasas. Respecto a estas últimas, la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala como preferible el consumo de las que se encuentran de forma natural en los alimentos como pescado, aguacate, frutos secos y aceite de oliva (grasas no saturadas), instando a reducir las presentes en mantequilla y carne grasa así como de las derivadas de los productos procesados.

En este contexto, la dieta mediterránea, declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en 2010, se posiciona como la opción a tener en cuenta, además de ser reconocida por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) como un ejemplo de dieta sostenible.

Basada en el consumo de vegetales, cereales, productos lácteos, aceite de oliva y proteínas (especialmente pescado y aves) su tradicional pirámide constituye el esquema a seguir en cuanto a la selección de alimentos, situando en la base aquellos que deben sustentar la dieta y relegando a los estratos superiores aquellos que deben consumirse con moderación.

Asimismo, la Asociación Española contra el Cáncer (AECC) también la recomienda de cara a disfrutar de una buena calidad de vida y prevenir obesidad, enfermedades degenerativas, diabetes mellitus y ciertos ti- pos de cáncer. Por su parte, la Fundación Española del Corazón (FEC) quiere recordar que siguiendo un estilo de vida más saludable se pueden llegar a prevenir hasta el 90% de los infartos. Así lo verifica el Lyon Diet Heart Study, un ensayo llevado a cabo por la American Heart Association consistente en probar la eficacia de la dieta mediterránea sobre la tasa de recurrencia coronaria después de un primer infarto de miocardio. Los resultados del estudio concluyeron que los sujetos que siguieron una dieta de estilo mediterráneo tenían un riesgo del 50% al 70% más bajo de volver a padecer una enfermedad cardíaca.

Parte del éxito de la dieta mediterránea se basa en los elementos culturales que la hacen única, y que han terminado por definir un estilo de vida inconfundible y saludable. En muchos de los países que la abanderan, cualquier circunstancia se celebra en torno a una mesa; y es que la hora de la comida es la oportunidad perfecta para reunir a la familia y disfrutar de ella sin prisas. Del mismo modo, cocinar se concibe como algo más que unir y preparar ingredientes destinados a la alimentación, ya que tan importante es la manera de seleccionar los alimentos como la de cocinarlos y consumirlos. Cocinar significa tradición y cultura y a todo ello se le dedica tiempo y espacio, que en la actualidad ha derivado en un creciente interés por fórmulas sostenibles, como queda patente en la proliferación de los huertos urbanos.

Por otro lado, la práctica regular de ejercicio físico moderado es su complemento perfecto. El clima mediterráneo favorece las actividades al aire libre lo que conlleva numerosos beneficios para la salud, además de fortalecer el sentido de comunidad.

Por último, si hay un factor que define esta forma de vida ese es la siesta. Un pequeño descanso después de comer es una buena costumbre que completa a la dieta mediterránea, tan saludable como equilibrada, mejorando el rendimiento y el bienestar. Eso sí, según recomienda la Fundación Nacional del Sueño de EE.UU. no debe ser superior a 20 minutos pues se corre el riesgo de quedar aturdido o que interfiera negativamente en la calidad del sueño nocturno.

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