La hemorragia subaracnoidea es una enfermedad grave que se manifiesta a través de un dolor de cabeza intenso.

Fuente: 20 Minutos

Buena parte de las enfermedades más conocidas suelen tener algunos síntomas específicos que permiten diagnosticarlas en un corto período de tiempo. Sin embargo, hay otras en las que el síntoma principal es tan común como un dolor de cabeza, lo que complica su diagnóstico y curación. Este es un problema todavía mayor cuando nos referimos a una enfermedad grave como la hemorragia subaracnoidea. Quizás su nombre no es muy conocido, pero se trata de un tipo de ictus de elevada mortalidad y con alta probabilidad de dejar secuelas.

Esta patología cerebrovascular es un tipo de ictus hemorrágico. Se produce frecuentemente a raíz de la rotura de un aneurisma cerebral. Esto da lugar a una hemorragia súbita en el espacio comprendido entre la capa interna y la capa media del tejido que recubre el encéfalo (meninges).

El síntoma principal es un dolor de cabeza repentino y muy intenso, el cual puede ir seguido de una pérdida de conocimiento y acompañado de rigidez en la zona cervical del cuello. Que el síntoma clave sea el mencionado hace que se confunda frecuentemente con una migraña. De hecho, según un estudio elaborado por médicos e investigadores del Hospital del Mar de Barcelona en 2019, uno de cada cuatro casos de hemorragia subaracnoidea se diagnostican mal, siendo la migraña y la contractura cervical los diagnósticos erróneos que más a menudo reciben los pacientes. Tal y como señala el estudio, los pacientes llegan a consultar hasta en cinco ocasiones a un profesional médico antes de recibir el diagnóstico correcto de hemorragia subaracnoidea.

Eso sí, cabe señalar que de todos los pacientes con cefalea y criterios de alarma, se estima que solo un 3% serán debidos a una hemorragia subaracnoidea.

Una enfermedad difícil de diagnosticar sin un grupo de riesgo claro

Además de tener síntomas difíciles de asociar para llegar al diagnóstico correcto, este tipo de ictus es el cuarto trastorno vascular más frecuente y puede ocurrir a cualquier edad, también en niños. En concreto, tiene una incidencia estimada de 9-10 casos por cada 100.000 habitantes al año y su causa es, generalmente, espontánea.

Es grave y muy peligroso si no se diagnostica a tiempo. Tal y como indica el prestigioso Manual Merck de diagnóstico y terapia, “cerca del 35% de las personas con hemorragia subaracnoidea debida a la rotura de un aneurisma mueren antes de llegar al hospital. Otro 15% muere a las pocas semanas porque el aneurisma comienza a sangrar de nuevo”.

Por ello, es clave tener un diagnóstico a tiempo. El estudio del Hospital del Mar señala que el retraso en la identificación de la enfermedad hace que los daños se agraven, provocando secuelas “más graves o, incluso, la muerte”.

Métodos de diagnóstico y tratamiento

Los métodos de diagnóstico más rápido son la tomografía computarizada o la resonancia magnética nuclear, la angiografía y, a veces, la punción lumbar. Si con estas pruebas se identifica la hemorragia, el tratamiento consiste en una intervención quirúrgica.

Los tratamientos más habituales son los siguientes, según la Clínica Mayo:

  • Cirugía para frenar la hemorragia: se realiza una incisión en el cuero cabelludo con el fin de localizar el aneurisma cerebral. Una vez encontrado se coloca una grapa de metal en el cuello del aneurisma. Este procedimiento permite frenar la hemorragia.
  • Embolización endovascular: se inserta un catéter en una arteria de la ingle y se lleva hasta el cerebro. Por el catéter se introducen espirales desmontables de platino y se guían hasta el aneurisma. Cuando llegan a su objetivo rellenan el aneurisma reduciendo el flujo sanguíneo y haciendo que la sangre se coagule.

Complicaciones y secuelas

La Sociedad Española de Neurocirugía (SENEC) recoge las complicaciones y secuelas más frecuentes de este ictus:

  • Resangrado: en los primeros días tras el primer sangrado hay un riesgo máximo de que se produzca otro. Los médicos han de monitorizar al paciente, ya que de producirse, suele ser más agresivo que el primero.
  • Vasoespasmo: estrechamiento de los vasos sanguíneos cerebrales que puede provocar un infarto cerebral.
  • Hidrocefalia: acumulación de líquido dentro del cerebro. Cuando se detecta es clave colocar un catéter que lo saque al exterior.
  • Crisis epilépticas: aunque solo en un 3% de los pacientes.
  • Secuelas neurológicas: estas pueden aparecer como consecuencia de la primera hemorragia, del resangrado, de un infarto cerebral o del tratamiento. El paciente puede llegar a perder la movilidad de un lado del cuerpo o tener dificultad para hablar, entre otras secuelas.
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