Su estilo de vida aislado les está llevando a deshacerse de genes e incluso de sus propias funciones vitales.

Fuente: 20 Minutos

El cuerpo humano, además de por supuesto ser un ser vivo en sí mismo, es también un ecosistema hogar de numerosísimas especies microscópicas. Bacterias, virus, hongos... Quizás, uno de nuestros huéspedes más singulares son los pequeños ácaros que habitan los rincones de nuestro rostro.

Y es que efectivamente existen al menos dos especies de ácaroDemodex folliculorum Demodex brevis, que se han especializado en vivir en puntos concretos de nuestra piel, alimentándose del sebo que segrega y de las células muertas que se desprenden.

Deshaciéndose de la genética innecesaria

Ahora, un grupo internacional de científicos, incluyendo algunos adscritos a la Universitat de València y al CSIC, ha estudiado a fondo la primera de ellas (D. folliculorum) y ha llegado a la inquietante conclusión de que su particular estilo de vida, centrado en torno a los folículos pilosos de la cara y los pezones, podría estar empujándola a evolucionar hacia una forma mucho más simple, en la que prácticamente se convierta en una parte más del organismo hospedador.

Tal y como describen en un artículo publicado en el medio científico Molecular Biology and Evolution, la primera secuenciación del genoma de estos animales ha revelado que (en parte por la existencia aislada que llevan y la inevitable endogamia) están poco a poco prescindiendo de genes innecesarios y pasando a ser simbiontes internos en lugar de ectoparásitos.

Concretamente, esta especie parece haber sufrido cambios que no están presentes en otras especies, como la simplificación genética y morfológica (actualmente sólo poseen tres músculos unicelulares para mover sus cada vez más pequeñas patas) o la pérdida de la capacidad de generar su propia melatonina (necesaria para mantener sus hábitos nocturnos), en este último caso porque pueden obtenerla directamente de la piel humana.

¿Un callejón evolutivo sin salida?

De hecho, estos podrían ser los primeros pasos en un callejón evolutivo sin salida: los autores del trabajo creen que la reducción de la movilidad y el estilo de vida cada vez más estático de estos animales (que, recordemos, pasan toda su existencia en un área muy pequeña de nuestra cara) podría causar una escasez en el acceso a potenciales parejas sexuales y, en último término, a la extinción. Lo más llamativo es que este fenómeno ya se había documentado en bacterias que habitan en el interior de otras células, pero nunca en animales.

Muchos respirarán aliviados ante esta perspectiva, pero lo cierto es que estos ácaros podrían no ser simples parásitos. Estos investigadores creen que su larga asociación con el ser humano sugiere que cumplen algún rol beneficioso para nosotros (de ahí que parezcan evolucionar hacia convertirse en simbiontes) como, por ejemplo, asegurarse de que nuestros poros y glándulas sebáceas no quedan obstruidas.

Referencias

Gilbert Smith, Alejandro Manzano-Marín, Mariana Reyes-Prieto, Cátia Sofia Ribeiro Antunes, Victoria Ashworth, Obed Nanjul Goselle, Abdulhalem Abdulsamad A Jan, Andrés Moya, Amparo Latorre, M Alejandra Perotti, Henk R Braig, Human Follicular Mites: Ectoparasites Becoming Symbionts, Molecular Biology and Evolution, Vol. 39, Núm. 6, 2022.

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