Se estima que todo el mundo sufre al menos una vez en su vida un episodio de otitis. Este cuadro, tan típico de verano, puede ser muy molesto y, si no se trata bien, ocasionar pérdida auditiva

Las otitis externas son un motivo frecuente de consulta médica durante el verano. Se trata de una dolencia común que puede darse en todos los grupos de edad, sin embargo, es más frecuente en niños entre los 7 y 14 años. De hecho, se estima que el 10% de la población la desarrollará alguna vez a lo largo de su vida.

“Al estar relacionada con el agua, esta afección es más común en personas que tienen un mayor contacto con ella, como niños y nadadores, o que tienen dermatitis (como eccemas o psoriasis)”, explica Alejandro Harguindey, coordinador del Servicio de ORL de HM Hospitales y director médico del Instituto de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello de Madrid. Además, continúa, “es especialmente importante extremar las precauciones en personas con algún déficit inmunitario, enfermedades sistémicas crónicas o en los adultos mayores”.

En los casos más leves, la piel interna del oído se muestra rojiza y el paciente nota cierto dolor, que puede ir acompañado de la aparición de un líquido claro. Según el especialista, es muy característico el “signo del trago positivo”, es decir, que al tocar el trago (el cartílago delante del conducto auditivo externo) el dolor aumente, especialmente si va acompañado de otorrea (supuración) o, más raramente, fiebre.

Respecto a los episodios más graves, las molestias son más agudas, la zona rojiza intensifica su color y se puede producir una ligera pérdida auditiva. De hecho, según la Organización Mundial de la Salud, el 60% de las pérdidas auditivas que pueden sufrir los niños a raíz de dichas complicaciones, son evitables si se llevan a cabo buenas prácticas.

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