Más que nunca, en verano el cuerpo pide siesta. Tras la comida y con el calor sofocante, es lógico que lo único que apetezca sea echar una cabezadita. “La siesta puede ser un aliada muy útil y más con este calor, por el que no descansamos bien durante la noche”, afirma a CuídatePlus María José Martínez, coordinadora del grupo de trabajo de Cronobiología de la Sociedad Española del Sueño (SES). Así pues, se busca compensar la falta de sueño nocturno, reducir el cansancio físico y mental, y mejorar el estado de alerta.
Ahora bien, continúa la experta, “una siesta demasiado larga y tardía perjudica aún más el sueño de la noche”. Por ello, lo ideal es que dure entre 10 y 30 minutos y antes de las 5 de la tarde para ir acorde al ritmo circadiano del cuerpo e interferir lo menos posible en el descanso de la noche. “Hay evidencia científica suficiente para afirmar que las siestas cortas reducen la fatiga, así como mejoran la concentración, la memoria y el ánimo, cosa importante teniendo en cuenta que el calor nos hace sentir más lentos o apáticos”, detalla Martínez.
Otro beneficio de la siesta es que regula el sistema cardiovascular. En este sentido, diversos estudios han mostrado que dormir un poco a mitad del día reduce la presión arterial, que, en palabras de la experta consultada, “es algo bastante relevante en verano”, época en la que el organismo exige más al corazón debido al exceso de calor.
Asimismo, la especialista añade que la siesta refresca el cuerpo de forma natural. Durante el sueño se disminuye la temperatura interna, por lo que una cabezada “nos puede ayudar a regular el estrés térmico que acumulamos en las horas más calurosas del día”.
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