El dolor de espalda es muy común, tanto que a más del 80% de las personas les pasará al menos una vez en la vida. ¿Por qué ocurre? Tiene múltiples causas, más allá de habernos golpeado. De hecho, el origen mecánico y degenerativo suele producir más del 90% de los dolores lumbares, es decir, aquel que se localiza en la parte baja de la espalda. “Pueden deberse a problemas musculares, a artrosis, hernias o estrechez del canal”, explica Julio Sánchez, portavoz de la Sociedad Española de Reumatología y del Servicio de Reumatología del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla de Santander.  El resto pueden proceder de otros factores: inflamatorios, viscerales, neuropáticos e incluso psicológicos.

La lumbalgia es frecuente entre las personas entre 25 y 55 años, explica Sánchez, aunque puede producirse en etapas más tardías. Y también tiende a ser más común si la persona tiene obesidad, es sedentaria, no hace casi ejercicio y tiene un trabajo repetitivo o en el que debe realizar mucho esfuerzo físico. Además, si hemos tenido un episodio previo este tiende a reaparecer.

Aplicar calor seco

¿Quién no ha recibido en algún momento la recomendación de usar calor cuando le duele la espalda? Es un consejo habitual. ¿Cómo aplicarlo? Sánchez explica que aplicar calor local, ya sea con una manta eléctrica, una compresa térmica o un saco de semillas puede ayudar a:

• Relajar la musculatura paravertebral.
• Aumentar el flujo sanguíneo local.
• Reducir la rigidez.
• Disminuir la percepción del dolor.
• Mejorar la movilidad.

Francisco M. Kovacs, director médico de la Unidad de la Espalda Kovacs del Hospital HLA Universitario Moncloa, y director de la Red Española de Investigadores en Dolencias de la Espalda, añade que el calor ayuda a mejorar el dolor cuando se produce por una contractura muscular. “Sin embargo, cuando el componente más importante es la inflamación, el calor aumenta la inflamación”. En esos casos, convendría aplicar frío.  “De forma habitual, en las lesiones muy agudas, la inflamación es más preponderante. A medida que se van cronificando, la contractura es más preponderante. Por eso, en las dolencias crónicas o en la exacerbación de dolencias crónicas, donde la contractura muscular es lo más intenso el calor puede mejorar la situación”.

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