El running atrae cada vez la mirada (y los pies) de más personas. Sin embargo, bajo la creencia de que trotar resulta fácil, a menudo no se tienen en cuenta ciertos aspectos básicos para evitar lesiones. Porque sí, salir a correr es un deporte de alto impacto para el cuerpo.
Nueve de cada diez deportistas que practican esta disciplina no toman medidas preventivas básicas ni recurren al asesoramiento profesional en aspectos fundamentales como la alimentación o el plan de entrenamiento, según el “VI Estudio Cinfasalud: Percepción y hábitos de los corredores y corredoras españoles”. Las consecuencias de esta falta de preparación es que un 38% de runners sufra una lesión muscular, sobre todo en la pierna, la rodilla y el tobillo.
Como explica Javier Serrano en “El Manual del buen corredor”, un deportista que recorra la cifra media de 1.500 kilómetros anuales está ejecutando 1,5 millones de zancadas al año. Dados los numerosos músculos, huesos y tendones que están implicados en la biomecánica de la carrera, una práctica intensa y frecuente de este deporte desemboca, a menudo, en lesiones.
En concreto, la rodilla del corredor, también conocida como síndrome de la cintilla iliotibial o tendinitis de la fascia lata, es una de las más comunes. “Es una lesión por sobreuso que afecta a la banda iliotibial (banda gruesa de tejido fibroso que se extiende desde la cadera hasta la parte superior de la espinilla) y se caracteriza por la aparición de dolor en la cara lateral de la rodilla, donde se produce una fricción entre la cintilla y el epicóndilo lateral”, comenta Pepo García, traumatólogo y cirujano de rodilla en el Hospital Vithas Valencia 9 de Octubre.
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